LA AXARQUÍA Y LOS NAIPES
MEMORIA Y VIVENCIAS DEL PASADO
EL MONTE, EL CUELO O JULEPE Y EL JILEY
I
En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado – también muchos años atrás—y prácticamente hasta el boom de la emigración con la consiguiente despoblación de los núcleos rurales, el juego de las cartas o naipes
alcanzó en Mondrón y asimismo en otros muchos lugares de la Axarquía,
un auge inusitado. Antes de entrar en materia conviene decir que este
juego parece ser se inventó en China en el s. XII, al menos esta es la
opinión mayoritaria, aunque existen otras que lo sitúan en tiempos más
lejanos aún.
Hubo quien adjudicó a esta barriada el sobrenombre de “pequeño Montecarlo”
por la reiterada práctica del juego que se daba en la misma. Y es
verdad que esta denominación—hipérbole aparte-- le cuadraba con suma
propiedad. Aquí acudían adinerados “banqueros”
y jugadores de las más diversas procedencias a poner “una mesa”, como
se decía en el argot que ellos utilizaban. El lugar de encuentro eran
los bares que existían en aquellos tiempos: Perdiga, Salvarico Barrancos, y un poco más tardíamente, el conocido como El Tropezón,
pero éste último con menos actividad y relevancia. Cuando la
vigilancia de la guardia civil se intensificaba, la práctica del juego
se trasladaba a los domicilios particulares.
Situación de antiguo Bar de Perdiga
Situación de antiguo Bar El Tropezon
En el cercano Pulgarín se jugaba en el bar Leonardo,
junto al manantial de agua, edificio hoy en ruinas, al lado de la
carretera que conduce hasta Alfarnatejo. Como el camino que llevaba
desde Mondrón a Pulgarín era pendiente y muy accidentado—aún no existía
el trazado de la actual vía—algún “banquero” alquilaba el burro del
vecino Francisco Román, Frasquito Pocaslibras, para que lo trasladara
hasta el mencionado bar de Pulgarín. Los burros—también la especie
asnal ha desaparecido de aquí—eran en aquellos tiempos como los taxis
de ahora… Cito el detalle como mera curiosidad.
José López Pascual (José Perdiga)
A
veces buscaban para jugar un lugar lo más reservado posible y de fácil
de evasión en caso de la llegada sorpresiva de la guardia civil. En
más de una ocasión los jugadores tuvieron que escapar por una ventana o
saltar apresuradamente la tapia de un corral ante la presencia
inesperada de ésta, pues el juego de dinero estaba vedado y penado por
las leyes desde tiempos muy atrás, por lo que su práctica, fuera del
ámbito privado, era ilegal. No obstante esta prohibición, existía cierta
tolerancia o permisividad hacia el mismo, y solamente se actuaba contra
él cuando mediaba una denuncia concreta de parte interesada, pues era
público y notorio quiénes, dónde, cuándo y a qué jugaban… En
algunos lugares hubo cierre de locales, detención momentánea de los
dueños y jugadores, sanciones etc., pero nunca se trataba el caso con
severidad, pues esta práctica ilícita se veía como un escapismo o
huida de la dura realidad de aquellos tan difíciles tiempos de
escaseces, miseria y privación de libertades fundamentales. La táctica
del “pan y circo” de los romanos, sólo que en estos tiempos el pan no era tampoco demasiado abundante…
Como
ejemplo cómico, citaré el de un jugador—vive todavía en lúcida
ancianidad—que fue apresado porque su obesidad no le permitió escapar
por la ventana del edificio al ser ésta demasiado estrecha para su
voluminoso cuerpo. Otro, se escondió en una alacena, y al ser
interrogado por el guardia sobre la razón de tan extraña ubicación,
alegó, nervioso, que estaba dando un paseo…También resulta
hilarante el caso del que se ocultó entre dos colchones de una cama que
había en la vivienda del tabernero, y al ser descubierto, exclamó,
imaginando que era un compañero quien tiraba: -- “¡No tires del colchón, que está ahí la guardia civil….! “
Traigo
a colación una reveladora anécdota que evidencia la mentalidad de la
época: en una de las ocasiones en las que los jugadores fueron
sorprendidos alrededor de las mesas con las cartas en la mano, la
guardia civil los obligó a cargar a hombros con las mismas y llevarlas hasta el cuartel de Periana (aproximadamente 6 kilómetros). Aunque parezca inconcebible, así sucedió en realidad.
Los jugadores solían poner un vigía en cada una de las posibles
entradas de la barriada para que dieran la alarma caso de detectar la
presencia de la Benemérita….En más de una ocasión las mismas esposas de
los jugadores daban “el chivatazo” para evitar que sus maridos
se jugaran el jornal del día y dejaran sin pan a sus hijos.
Esto, que se sepa, sucedió más de una vez. Si la delación no se hacía
con el debido sigilo y llegaba a conocerse por los denunciados el
nombre de la denunciante, las consecuencias para la misma pueden
fácilmente imaginarse cuáles serían…
II
Los juegos más practicados eran “el monte, el cuelo o julepe y el jiley”,
especialmente el primero. Entre los principales “banqueros”, algunos
de ellos personas de reconocido prestigio y bastante capacidad
económica, que acudían periódicamente a esta pequeña localidad para
poner “la banca o una mesa”, citaré algunos nombres, muchos de los
cuales conocí personalmente pese a mi corta edad de entonces. Los más
sobresalientes, fueron:
Antonio Muñoz Muñoz
-- tío mío por afinidad-- conocido popularmente como El Señorito de
Las Rozas o del Cortijo Grande o solamente como El Señorito. Este era
tenido por el más sagaz, hábil e inteligente de todos, y también el
de mayor poder económico. En materia de naipes bien se le podía
conceder el doctorado. Fue, además, muy respetado, tanto dentro como
fuera del lugar de juego. Se recuerda todavía entre la gente como una
persona elegante, simpática y cortés. Es sabido que obtuvo mucho
dinero como ganancia en el juego. Se cuenta que el importe del
cortijo Pinero, comprado y agregado por él a sus ya vastas posesiones
rústicas, y después sumergido parcialmente bajo las aguas de la presa de La Viñuela,
lo adquirió con la ganancia de las tres últimas jugadas de una
noche en Vélez-Málaga…Tenía varios expertos y fieles jugadores que
trabajaban para él a sueldo o comisión en distintos lugares de la
Axarquía, que raras veces le fallaban. En el juego solía cumplirse
también el adagio popular: Dinero, ¿a dónde vas…? Adonde hay más.
Antonio Muñoz Muñoz (El Señorito)
Cuando los llamados maquis o guerrilla antifranquista
hicieron su aparición en nuestros campos, con la práctica del
secuestro como método de extorsión, se trasladó a vivir a Periana,
donde residió varios años con su familia. Pasado algún tiempo—tras la
desaparición de esta seria amenaza—volvió nuevamente al lugar de sus
orígenes: El Cortijo Grande. Finalmente, fijó su residencia en Málaga, donde falleció a los pocos años en su domicilio de calle Cristo de la Epidemia.
Muchas anécdotas se recuerdan de este hombre con relación al juego.
Cito una: cuando decidió contraer matrimonio con la mujer que fue su
fiel compañera durante toda la vida, Gloria Toledo— mi inolvidable tía
Gloria-- se trasladó un día a la cercana ciudad de Vélez-Málaga para
adquirir los muebles de la casa que iban habitar en el Cortijo Grande.
Esto es lo que solían hacer la mayoría de las parejas en vísperas de
bodas: adquirir los muebles en la tenida como capital de la Axarquía.
Aquel día entró a probar suerte en el entonces muy popular bar El Petit,
—conocido lugar de copas y juego en aquellos tiempos--, y comenzó a
jugar. Al principio, la suerte le fue adversa y perdió casi todo el
dinero que llevaba para lo compra de los enseres domésticos. Pero no se
desanimó y continuó jugando con lo poco que le quedaba en el
bolsillo. Era hombre muy tenaz. Y a las pocas horas, recuperó,
triplicando, la cantidad perdida inicialmente…
Tuvo la intuición y acierto de encauzar a sus hijos hacia nuevas y
diversificadas actividades—distintas e innovadoras en muchos aspectos--
en las cuales, algunos de ellos, han obtenido notables éxitos, llegando a
crear un verdadero emporio o conjunto de empresas tanto en el terreno
de las promociones inmobiliarias como en de las más modernas
explotaciones agrícolas, situadas, unas y otras, en varias provincias
españolas y también en algún país suramericano. Y es que el espíritu
clarividente y anticipativo de Antonio Muñoz pervive en sus hijos…Supo
legarles, además de una sólida base económica, hábitos de laboriosidad
y de afanes emprendedores.
Rafael Ruiz Muñoz,
Rafael el Largo, pariente del Señorito, prosperó mucho como jugador,
pasando de un patrimonio inicial de cuatro fanegas de tierra a tener
cuarenta. El juego era para él una verdadera profesión, como lo fue
también para otros muchos.
Rafael Ruiz Muñoz (Rafael el Largo)
Rafael Ruiz Fortes,
hijo del anterior, (éste--valga como anécdota-- ganó una burra en una
noche y, además, incrementó también su capital en varias fanegas de
cultivo). Esta información me ha sido facilitada por un hijo del primero
y hermano del segundo.
Muy conocido en estos mismos ambientes, y compañero de los anteriores, fue Antonio Serralvo,
El Paleño, que, lo mismo que ellos, habitaba en el llamado El
Cortijo Grande (Cútar). A pesar del largo lapso de tiempo
transcurrido desde aquellas fechas, aún se sigue recordando al Paleño
como envuelto en una aureola de leyenda por sus dotes de grandísimo
jugador. Me ha sorprendido que hablen elogiosamente de él incluso
personas que ni siquiera llegaron a conocerlo personalmente ni jamás
jugaron a las cartas.
Igualmente, merece especial mención Antonio Muñoz Cuenca,
que residía en Loma de León (Cútar). Jugaba también a sueldo para el
más adinerado de todos, que, como queda dicho, era Antonio Muñoz Muñoz.
Constituían,
en perfecta simbiosis, una especie de núcleo duro en este campo, muy
potente económicamente, y conocedor de los entresijos del juego, que
se movía por diversos lugares de la zona, donde los esperaban en
fechas, previamente convenidas, para organizar las partidas. Actuaban
coordinados entre sí, impulsados y unidos por los mismos objetivos.
Solían desplazarse por los caminos de entonces montando sendos
caballos, siempre vistosos y bien enjaezados. Los habitantes de cortijos
y caseríos por donde inevitablemente habían de pasar, intuían los fines
y el lugar de destino. Una anciana sobreviviente de aquellos lejanos
tiempos, me cuanta: “Cuando mi padre los veía pasar, exclamaba con
ironía: ¡Ahí van los caballos de la baraja!”.
Antonio Clavero García,
Benito, vecino de Benamargosa (parte de la Zubia de este municipio), y
que, además de experto jugador, era astuto contrabandista de picadura
de tabaco, o sea, tabaco de liar (este pueblo era conocido entones como el pequeño Gibraltar).
Fue persona de buen semblante, con bigote negro bien cuidado, airoso,
galante y deferente con las mujeres. Vestía impecablemente, con su
pañuelito rojo en el bolsillo pequeño de la chaqueta. Se desplazaba de
unos lugares a otros en un vistoso caballo, que le servía, además, para
transportar sus productos de contrabando. Cuentan que el animal estaba
tan habituado a esquivar a la guardia civil, que le bastaba oír este
nombre para lanzarse velozmente a la carrera…
Así
recuerda todavía la gente a este hombre, dotado, como pocos, del
don de la simpatía y la amigabilidad. Por último, se trasladó a vivir a
la provincia de Granada, donde casó y murió hace bastantes años,
según la información que he podido obtener de paisanos suyos, pues es
persona muy recordada en su pueblo.
No
puedo alejarme de Benamargosa sin antes citar a otro benamargoseño
llamado Antonio Toré Artero, que dejó buena cuenta de su clara visión
del juego de las cartas en los bares de Vélez-Málaga, sobre todo en el
desaparecido El Petit. Me cuenta un sobrino suyo que “intuía las jugadas”, y que solía pasar más tiempo en estos lugares que en su propia casa.
La lista podría continuar con tantos nombres, que la haría
interminable. Me es imposible complacer a todos cuantos desearían que
sus antepasados fueran incluidos en esta breve reseña histórica del
juego en nuestra comarca, pues ven en ello una manera de perpetuar su
memoria y también, a veces, de reivindicar su figura despojándola del
calificativo de personas viciosas. Debemos eliminar de su práctica
todas las connotaciones peyorativas adjudicas, pues en no pocos casos,
tenía más de hobby o pasatiempo –y también de modus vivendi-,
que de vicio o adicción, aunque la frontera entre lo uno y lo otro se
entrecruce frecuentemente apareciendo difusa para los
observadores, sobre todo, si éstos no se liberan de los prejuicios tan
propios de nuestra idiosincrasia nacional.
La capital de la Axarquía—Vélez-Málaga—se consideró como la cuna del
juego durante los primeros años del siglo pasado, y también desde
mucho antes. A esta localidad acudían acaudalados jugadores de los
más diversos puntos de Andalucía. Los movía el afán de jugar y,
lógicamente triunfar, pero utilizando un símil futbolístico, diré que
en este campo era muy difícil arañar puntos…La mayoría solían quedar—me
cuentan-- como el “Gallo de Morón: sin plumas y cacareando…”
De esta zona de la Axarquía salieron también en aquellos ya lejanos tiempos magníficos jugadores— “los ronaldos y los messis”,
diría—de la baraja. Puede decirse, sin exageración, que algunos de
ellos crearon escuela en el arte y maestría del juego de las cartas,
pues no todas las personas hacen las mismas cosas con el mismo estilo y
perfección. Cada cual imprime su propia impronta o huella a lo que
realiza. No todo está descubierto o inventado, ni siquiera en los
“oficios” más antiguos y practicados del mundo.
III
Otro lugar de encuentro de jugadores de los más diversos puntos de
nuestra amplia comarca era las llamadas Cuevas de Comares, pintoresca
barriada de casas diseminadas en ambas riberas del río del mismo
nombre, perteneciente a este municipio malagueño. Existía allí un
bar—complementado con un estanco-- donde, además de generosos vinos
acompañados de ricas y abundantes tapas, se ofrecía la posibilidad de
probar también la suerte de las cartas sin ningún tipo de
restricciones. Era en aquellos tiempos, indiscutiblemente, como la meca del juego… Las llamadas timbas o reuniones para jugar –éste es su verdadero nombre-- tenían lugar diariamente o, al menos, todas las semanas.
Este
establecimiento estaba regentado por su propietario, José Bustos Ruiz,
más conocido como Pepe la Percha, persona con bastante don de gentes,
experto y hábil comerciante. Su muerte—falleció por carbunco
(ántrax maligno) contagiado por la sangre de un cabrito mientras lo
sacrificaba— impactó a toda la comarca, tanto por la escasa prevalencia
y rareza de la enfermedad, como por la estima gozada por el difunto.
Fueron
muchas las personas, de las más diversas procedencias, las que
frecuentaban La Percha. Este establecimiento ofrecía alojamiento para
personas y cuadras para sus caballerías. Disponía de una perfecta
organización hasta en los más mínimos detalles. Por ello obtuvo tanto
éxito y fama comercial.
Citaré algunos de los visitantes más asiduos de este lugar, conocidos
por mí en mi niñez. Representaban, no obstante, una mínima parte de los
que allí acudían:
Antonio Luque Fernández,
más conocido por El Molinero, pues era maestro de molino harinero
–también éste, tío mío por afinidad y además padrino de pila—se
desplazaba frecuentemente a La Percha donde pasaba largas veladas,
jugando a la cartas. Dicen de él que era también muy experto en el
manejo de los naipes…Recorría el largo trayecto desde su casa en Vilo
(junta de los ríos) hasta el lugar de juego, por accidentados caminos de
herradura, montando una yegua o jaca, famélica y desgarbada, con aires
de rocín flaco, según me cuenta un nieto suyo. No sólo fue competente
como molinero—muy solicitado en los numerosos molinos existentes
entonces en la ribera del río Guaro—sino también especialmente
habilidoso en las tareas agrícolas, y tenido por buen fiestero en los
verdiales, que tanto auge y esplendor adquirieron en aquellos tiempos.
Antonio Luque Fernández (El Molinero)
Emparentado con el anterior—eran consuegros—no quiero dejar de citar a otro popular jugador de la época. Se llamaba Antonio Martín Molina, más conocido por Panza Morena. Vivió primeramente en Vilo, y por último, en Becerril, también de Periana. Dominaba muy bien el juego, y recíprocamente, el juego lo dominaba a él, es decir, se retroalimentaban ambos. Cabalgaba en una yegua para desplazarse a los lugares más populares en aquellas fechas, que para él no eran otros que los ya mencionados. Un familiar me relata una anécdota muy curiosa: cuando volvía a casa tras varios días de ausencia, era lógico que la esposa—Beatriz--le recriminara irascible su conducta. Entonces, montaba nuevamente la yegua, y le decía al animal: -- ¡Ea, vámonos, que aquí no nos quieren!. Y emprendía una nueva aventura de similares características y con los mismos objetivos que la anterior…
Antonio Martín Molina (Panza Morena)
Sería una omisión imperdonable no citar los diversos lugares de nuestra Periana—como el conocido bar Los Nervios—hoy desaparecido. En éste, como en otros de la misma localidad, se reunía la tenida entonces como la élite social y económica del pueblo. A muchos de ellos, entre copa y copa, café y café, los visitaba el alba alrededor de la mesa de juego. Puedo citar a muchos jugadores, pero entre los más audaces y hábiles merece ser recordado de un modo especial Miguel Rodríguez Martín, el Picaillo. Éste—según me informa un sobrino suyo— rara vez perdía la partida.
Y de mención aparte se hace acreedor Domingo Moreno Ruiz,
Domingo Candelas, residente en la Barriada La Negra, también de
Periana. Era tratante, y como todos los tratantes y feriantes, fue una
persona festiva, alegre, dotado de una singular simpatía y don de
gentes. Destacó también sobremanera en el dominio del juego. Dicen de
él que, cuando se sentaba a la mesa frente a los contrincantes, casi
nunca se levantaba de vacío, pues siempre se llevaba algo en la cartera…
Domingo Moreno Ruiz (Domingo Candelas)
Como
dato elocuente que pone de manifiesto el montante de las cantidades
que se ganaban y, paralelamente, se perdían en las mesas de juego,
diré que en este pueblo un jugador perdió una rica y conocida finca
de “cinco fanegas de tierra de regadío, plantada de melocotones, naranjos y perales“,
muy cercana al pueblo, en unas noches de suerte adversa para él.
Este, como otros muchos casos que se podrían citar, nos da una idea del
montante de las cantidades que se ponían sobre la mesa…De este modo,
unos se arruinaban mientras otros se enriquecían. Las dos caras de la
moneda: el inseparable binomio “ganador- perdedor”, que se daba en el juego como en otras muchas esferas de la vida.
En la barriada de Guaro, existía también un conocido bar—Bar de Juanñoña—donde
se reunían los adinerados de la comarca para probar suerte. Era
habitual en este lugar sacrificar previamente un cabrito, y tras la
comilona, jugar a placer hasta que la aurora les anunciaba la llegada
del nuevo día…
Es posible que alguna persona se pregunte: ¿Se pagaba siempre el dinero perdido?
Así sucedía en la inmensa mayoría de los casos, aunque entiendo que
legalmente no podía exigirse por tratarse de una actividad ilícita, pero
existía un cierto “pacto entre caballeros“, que rara vez se incumplía. Y
esto teniendo en cuenta que cuando la cartera se quedaba exhausta por
la adversidad de la fortuna, se ponían en juego las cosas más
inverosímiles, algunas de las cuáles, solamente pensarlas, producen
repugnancia y rubor. Varias personas conocedoras de los entresijos del
juego me cuentan que alguien llegó a jugarse incluso a su “propia
mujer”…, y que ésta, despechada y herida en su dignidad, como no podía
ser menos, accedió a subir con el ganador al lecho conyugal,
concediéndole “sus máximos favores”… A tal grado de ofuscación y
degradación moral se podía llegar cuando el juego dominaba a la
persona. Este caso tal vez tenga más de novelesco que de real, al
menos, así lo creo. Pero aberraciones mayores se han cometido en la
historia cuando se obnubila la razón del hombre por el motivo que
fuere.
¿Qué
ganancia obtenía el tabernero o dueño del local de juego? No solamente
basaba sus ingresos en la venta de bebidas a los jugadores. Estos, con
ser sustanciosos en ocasiones, no eran los más importantes. La cuantía
mayor procedía del llamado entre ellos “el platillo”… Este
consistía, como su nombre indica, en un plato pequeño que se pasaba por
las mesas donde se jugaba, y en él los jugadores depositaban una
cantidad previamente estipulada como ganancia del tabernero. Se solía
pasar a intervalos de media hora—a veces de un cuarto--, y así resultaba
que el tabernero era quien casi siempre ganaba…En esto consistía, a
grandes rasgos, su negocio, negocio que a muchos les permitió amasar
cuantiosas fortunas, que afloraban sin que la gente supiera, aunque sí
sospechara, su procedencia. También se adivinaba la causa de muchas
ruinas paralelas, que eran la otra cara de la moneda.
IV
En Mondrón existieron también verdaderos “ases”,
valga la expresión, del juego. Casi todos los mayores sabían jugar.
El problema era la precariedad económica, propia de los tiempos que
corrían, en que se encontraban muchos de ellos. Para sentarse a jugar,
se decía, “hay que tener la cartera bien forrada”.
Puedo citar varios, pero hubo uno, José Alba García, más conocido como Pepe el Cojo (tenía una pierna amputada desde la juventud), que era un verdadero crack, como se dice ahora de ciertos deportistas de élite. Los banqueros solían contratarlo para que jugase a su favor, y la verdad que casi nunca defraudaba. Era cauto, sereno, reflexivo, servicial y cortés. Prestó muy útiles servicios a la comunidad vecinal como practicante o sanitario: ponía inyecciones, tomaba la tensión, realizaba curas, etc. Una gran persona, muy recordada en este vecindario. Un caballero en grado superlativo.
José Alba García (Pepe el Cojo)
Hubo más jugadores muy habilidosos y expertos en este juego. La nómina sería interminable. No obstante, se recuerda que uno de ellos, —valga como anécdota--Manuel Zorrilla Alba, Manolillo de la Viuda, cuando le preguntaban cómo había adquirido tanto arte y clarividencia en el manejo de las cartas, solía pronunciar el conocido dicho popular: “Para eso hay que pasar por Salamanca…”. Y la respuesta no era muy descabellada: este juego fue una mezcla de perspicacia, arte, clarividencia y arrojo. Al menos esto proclamaban los expertos.
Manuel Zorrilla Alba (Manuelillo de Las Monjas)
Finalmente,
su vida tuvo un triste y lamentable final: murió en Vélez-Málaga, donde
pasó los últimos años de su existencia viviendo en la más absoluta
soledad y olvido.. Su madre—mujer de recio carácter y rica
labradora—hizo lo indecible para apartarlo de ese camino, pero no tuvo
éxito… No obstante, hay que decir en su favor que el patrimonio
heredado de sus padres lo mantuvo casi incólume hasta el final de sus
días. No lo dilapidó, como fue el caso de otros jugadores.
Por último, no puedo dejar de citar a mi buen amigo Salvador Torrubia López, Salvador de Haro, de Mondrón también. Conocí como pocos sus interioridades. Se manifestaba—siempre verbalmente-- como una persona revolucionaria y extremista de izquierdas, pero inconformista tanto con la izquierda de entonces como con el centro y la derecha: a todos los anatematizaba. Fue hombre muy servicial y dadivoso. Soltero, convivía solamente con sus numerosos perros, y alternaba con las personas, algunas de alto relieve social y académico, que con frecuencia lo visitaban para conversar con él.
Salvador Torrubia López (Salvador de Haro) y su vivienda
Tenía
un sexto sentido para el juego, pero su talón de Aquiles o debilidad
estaba en la bebida. Como los contrincantes o adversarios conocían su
adicción al alcohol, la solían explotar en provecho propio. El mismo me
contó en más de una ocasión—al calor de la chimenea de su casa, muy
visitada por mí-- su propia peripecia humana, tanto en las mesas de
juego como en los avatares de su vida como activista político.
En
ocasiones, cuando la vigilancia de la guardia civil arreciaba, jugaban
en el cuarto trasero de su casa, situada en el antiguo Callejón del
Duende, del que haré mención un poco más adelante.
La ingesta excesiva de alcohol era un hándicap para el éxito en el
juego. Esta era la razón por la que los más avispados jugadores
simulaban que bebían con el vaso lleno de agua: también en el juego
existía la picaresca… Cuando se podía, las trampas o marrullerías más
diversas y sofisticadas se ponían en práctica: marcar las cartas,
colocar a un confabulado detrás para ver las del contrario, fingir
dolor de cabeza para retirarse a dormir y volver después con la mente
más fresca, colocar dos botellas sobre la mesa: una llena agua y otra
de aguardiente para engañar y embriagar al contrario… Por este motivo,
existió más de una reyerta o altercado entre jugadores. No obstante,
siempre se procuraba aparentar que el dicho popular “en la mesa y en el juego se conoce al caballero” era un código de conducta observado por todos los participantes en la partida, y debían tenerlo como su lema principal…
Antiguo callejón del Duende
Más antiguamente, en los albores del siglo pasado, se jugaba en Mondrón en una taberna o tasca situada en el llamado Callejón del Duende
(en lo que hoy es tramo final de calle San Fernando). Un padre, Manuel
Madrid, el Viejo, solía seguir con interés el juego de su hijo, también
llamado Manuel Madrid, Madrilillo. El padre presenciaba con interés la
evolución de la suerte del hijo, y cuando éste tenía éxito en la
jugaba, exclamaba emocionado: “¡Mi Manolillo es un fenómeno!”.Y cuando la suerte le era adversa, decía: ”¡Mi Manolillo es un tonto!”. Por ello, la comparsa de turno compuso esta copla:
“En
el callejón del Duende—sitio muy conocido --adonde iba la gente para
jugar un partido—se presenta Manuel Madrid preguntando por el hijo—y
Perico que estaba allí, con la mano en la bragueta, le dice: -- Tú hijo
no ha “perdío”—pues yo lo sé porque he llevado la cuenta”.
Manuel Madrid Pascual (Madrilillo)
Este Manolillo
fue un empedernido jugador durante toda su vida. Ya en la vejez, las
dos pensiones que cobraba (la de su jubilación y la de un hijo que
murió en accidente durante el servicio militar), las jugaba y perdía
en los primeros días del mes…Los más avispados jugadores locales
esperaban el cobro de las mismas, se decía, para dar buena cuenta de
ellas… El proceder de estas personas era muy censurado por el resto del
vecindario.
V
Como
contrapunto o antítesis de cuanto expongo anteriormente, me permito
la licencia de expresar, como mera anécdota, la actitud, casi
beligerante, contraria al juego de las cartas de mi abuelo paterno: Antonio Pascual Ferrer,
que nació en los años finales de la primera mitad del siglo XIX y
vivió hasta bien entrado el primer tercio del pasado (murió en 1935).
Sirvió como sargento en la llamada tercera guerra carlista
(1872-1876), con principal escenario en Vascongadas y Navarra, en la
llamada “campaña del norte”.
Era hombre de ideología liberal. Relataba cómo el capitán de su
compañía formó a los soldados una mañana en el patio del cuartel, y los
arengó largamente lanzando duras diatribas contra el “juego de las
cartas”. Les confesó que la noche anterior se había jugado y perdido
todo el dinero que custodiaba para la “paga” de los soldados
de su compañía. Y acto seguido, sacó su pistola y se suicidó
disparándose un tiro en la sien en presencia de todos sus subordinados…
Esta trágica escena le produjo tal impresión, que se horrorizaba
cuando le hablaban del juego de los naipes….
Me cuenta el más longevo y clarividente de sus nietos—Emilio Pascual
Campos- cómo nuestro abuelo recorría todas las noches los lugares de
juego de Mondrón, para vigilar e impedir, en su caso, que ninguno de sus
hijos varones o nietos jugaran a las cartas. En los tres hijos
varones que tuvo consiguió su objetivo de apartarlos de esta práctica
tan extendida por aquellas fechas. También en la mayoría de los nietos,
aunque en el caso de éstos hubo más de una significativa excepción.
Yo, confieso, no me incluyo en estas excepciones, más que por virtud,
por falta de vocación, tiempo y oportunidades… Por ello no me
extrañaría que hubiese incurrido en algún lapsus a lo largo de esta
extensa exposición, pues confieso que soy lego en la materia, aunque
siempre procuro documentarme lo más posible antes de difundir el
resultado de mis investigaciones—más bien diría reflexiones--
personales, casi siempre exhaustivas y contrastadas.
Antonio Pascual Ferrer (Sargento guerra Carlista)
El
11 de abril de 1969 publiqué en el diario “Sol de España“--hoy
desaparecido—un artículo titulado VISITA DE ALFONSO XII A PERIANA. Ésta
la realizó, como muchos conocen, para visitar y socorrer a los
damnificados por el devastador terremoto de diciembre de 1884 producido
aquí como en otras localidades limítrofes a la nuestra la noche del
día de Navidad del mencionado año. Cuando el joven monarca—contaba sólo
27 años de edad—entró en Periana acompañado de la comitiva regia, los
numerosos perianenses que lo esperaban no aplaudieron, como era
pertinente, porque nadie podía imaginar que aquel joven con traje de
pana y sombrero de fieltro—lívido su rostro por la tuberculosis que
meses después lo llevaría a su marmórea tumba de El Escorial-- fuese
el rey de España. Entonces, el diputado acompañante, don Félix García
Lomas, hizo un gesto con el dedo señalando la persona del monarca, y
al momento el pueblo prorrumpió en aplausos. Y dijo al rey en tono
humorístico: “Majestad, esta buena gente no conoce más reyes que los de la baraja…”.
Termino
estas reflexiones sobre el auge del juego de los naipes en la Axarquía
hasta bien entrada la primera mitad del siglo pasado. He procurado
escribir, como lo intento hacer siempre, con objetividad y sin emitir
juicios de valor. Me permito sugerir a las personas interesadas en
profundizar en el estudio sociológico de esta práctica en nuestra
comarca, que es éste un tema interesante que ofrece sobrada materia
para un buen libro o una original “tesis doctoral”… Para mí, es una
manifestación cultural más de nuestra peculiar idiosincrasia, aunque,
obviamente, existiera en otros lugares con similares características.
Es necesario evitar que desaparezca la memoria de nuestras
tradiciones, positivas o negativas, según la óptica actual, pero
vividas intensamente por nuestros antepasados. Y para que no
desaparezcan hay que imprimirlas en papel o grabarlas por algún otro
medio moderno. Es lo que hago cuando puedo: indagar e intentar recuperar
personajes y vivencias del pasado para que su recuerdo no se
extinga o borre de nuestra memoria cubiertos por la pátina del
tiempo. El presente, querámoslo o no, se sustenta siempre en el pasado.
No hay presente sin pretérito, aunque éste sea “imperfecto”… ¡Cuántas
historias populares son ya irrecuperables porque nadie se ocupó de
escribirlas !. ¡Y cuántas personas de nuestro mismo pueblo—tal vez
insignificantes para algunos coetáneos—no merecerían ahora que una
calle llevara su nombre !. Muchas veces los más pequeños fueron los
más grandes… Todo se observaba con una óptica distinta a la actual,
que deformaba la realidad. Por ello es un deber moral reivindicar, como
mínimo, su memoria.
Hoy, evidentemente, no se juega a las cartas como se hacía antaño. Sólo se practica como diversión, pasatiempo o por motivos puramente lúdicos entre las personas mayores. Los juegos de envite en la Axarquía languidecieron con la emigración, como reflejo en otro lugar de este trabajo. La juventud de ahora tiene otras inquietudes, otros ideales y formas de entretenimiento y evasión. Muchos no conocen ni la baraja… No obstante, en los lugares autorizados para ello, sí suelen jugar al póquer, que es también un juego de los llamados de envite. Según la información que poseo, de fuente solvente, la práctica del póquer se da más actualmente en la costa, sobre todo la occidental, que en el interior. En nuestra comarca ignoro si existe algún salón de juego. Pero éste no es mi tema de hoy. Probablemente, en otra ocasión me ocupe de ello.
También
el cambio de mentalidad en los más adultos se mueve en otras
direcciones, aunque esto no sea óbice para que pueda subsistir algún
reducto del pasado donde la proclividad o inclinación al juego, en su
versión tradicional, no desparezca del todo. Si existe, su práctica
es casi irrelevante en comparación al auge y pujanza de los primeros
años del siglo pasado. En aquellas fechas jugaban, con mayor o menor
asiduidad, pericia y fortuna, un porcentaje muy elevado de los varones
adultos. No recuerdo que alguna mujer lo hiciera: ellas, casi siempre,
fueron las víctimas… Hoy, en cambio, es diferente su actitud ante los
modernos juegos legales, como el bingo, etc. En éstos, las mujeres se
muestran tanto o más participativas y avezadas que muchos hombres.
Como
mera información ilustrativa, quiero decir que estos juegos fueron
legalizados en España por el Real Decreto-Ley 16/1977, de 25 de
febrero, actualizado y perfeccionado posteriormente por Ley 13/2011, de
27 de mayo, de regulación del juego.
Segundo PASCUAL TOLEDO
30 de mayo de 2012