MUERTE TRÁGICA DE UN ADOLESCENTE
EN MONDRÓN
(en 1921)
CONSTERNACIÓN GENERAL EN LA BARRIADA
CÓMO INFLUYÓ EN LA
VIDA DEL CAUSANTE Y DE SU FAMILIA
(zozobras, escondites … y emigración en 1922)
LA RUPTURA DE UN IDILIO
AMOROSO
(Isidro y María)
1
REFLEXIONES PRELIMINARES
Desgraciadamente, hoy no nos
impresionan tanto como debieran las muertes violentas, pues es raro el día en
el que los medios de comunicación más diversos dejan de ofrecernos imágenes
impactantes de muertes fuera del ámbito natural: homicidios,
asesinatos, suicidios, accidentes, inmolaciones, etc. Pero no por
la frecuencia casi cotidiana de
los mismos y el realismo —a veces descarnado—
ofrecido por los más variados medios de comunicación, nuestra
sensibilidad humana deja de sentir repugnancia y rechazo hacia los mismos.
Su sola visión hiere nuestros
más íntimos sentimientos y la repulsa surge espontáneamente aún en los
corazones más insensibles al sufrimiento ajeno. La violencia, en ninguna de sus
formas y circunstancias, es consustancial a la condición del ser racional que es el hombre. No obstante,
existe y seguirá existiendo por diversos motivos que no viene al caso analizar
aquí.
“El
homo homini lupus” (el hombre es
un lobo para el hombre), locución latina originaria de Plauto, referida al comportamiento
y la relación de los humanos entre sí, y
popularizada después por Hobbes, es, en muchos casos, desgraciadamente cierta.
Pero el hombre no es un ser intrínsecamente perverso, carente de sentimientos
humanitarios, como vistas las cosas superficialmente pueda parecer, sino que lo común es que
sienta cierta proclividad
hacia el bien y la bondad…
El contrapunto a esta conocida frase lo
encontramos en el también latino Séneca:
“El hombre es algo sagrado para
el hombre”. Estas dos frases, tan conocidas, no se contradicen: la segunda
es la regla y la primera la excepción… El bien y el mal coexisten, pero en
proporción desigual a favor del bien…Al menos esto creemos. Lo que suele
suceder es que las noticias
relativas al mal nos impactan más y se propagan con más rapidez que las
referidas al bien. Y esto es así por el
morbo o interés malsano que solemos sentir
por los aspectos más negativos de
ciertos hechos o situaciones que tan a menudo nos depara la vida.
2
ASÍ OCURRIÓ EL TRISTE SUCESO
El caso que voy a relatar, tras la
introducción precedente, con las
consecuencias derivadas del mismo, no merece otra calificación que la de un desgraciado
y fortuito accidente que causó la muerte de
un inocente, traumatizó psicológicamente a otro no menos inocente que el
fallecido, y llenó de dolor a dos
familias, muy queridas entre los vecinos, trastocando sus vidas, rompiendo
lazos de amistad y buena vecindad,
enrareciendo el ambiente local y cortando de raíz un idilio amoroso, que más
adelante comentaré con detalle. El triste y lamentable
suceso —aún presente en la memoria colectiva— se produjo de la manera más inesperada y sorpresiva:
Dos chavales, Manuel Bueno López y Rafael López Pascual, amigos y compañeros
de juegos desde la infancia, probablemente emparentados entre sí, — nótese la
coincidencia del apellido López— ambos en la etapa más bella de la vida, con la candidez y la impremeditación propias
de la misma, hijos de padres bien avenidos y con excelentes relaciones de buena vecindad,
guardaban ganado —cerdos en este caso— en una pequeña parcela de tierra situada
en la parte sur de la barriada de Mondrón, lugar conocido hoy como “Haza de los Moros”.
Hogar de la familia Bueno-López
La custodia y pastoreo del ganado por los niños y jóvenes era habitual en el medio rural de aquellos tiempos. Porquerizos, cabreros y
pastores eran las ocupaciones más usuales. Las precariedades de toda índole y
la pobreza casi generalizada
de la época, hacía necesario que
todos los miembros de las familias rurales coadyuvaran, de acuerdo con su edad
y capacidades, a sacar la economía familiar adelante, cosa nada fácil en el
campesinado de los tiempos en los que situamos este luctuoso suceso.
En
aquellas calendas, el pan de cada
día se amasaba, en la mayoría de los hogares, con sudores, escaseces y, cuando
no, privaciones de toda índole. Ni había ni se conocían en la comarca
otras posibilidades de progreso y bienestar... Los horizontes eran muy reducidos y las esperanzas
de mejora social, casi nulas. Era otra vida. Curiosamente, tampoco se anhelaba mucho más…Existía cierto conformismo con lo
que se poseía. Y es que, como es sabido, no se ama ni apetece lo que no se conoce… Esta era la
mentalidad que imperaba entonces, y de
acuerdo con ella, vivía la
gente. Si fuera factible
hacer una retrospectiva
sobre este modo de vida, con sus carencias e incomodidades, seguro que
despertaría en nuestro interior
sentimientos de conmiseración más que de otra cosa. Pero nos equivocaríamos
si pensáramos así: ellos no se sentían menos felices que nosotros ahora
con las mayores comodidades y confort que tenemos a nuestro alcance. Diría
más, aunque pueda parecer una hipérbole:
vivían su pequeño mundo con menos angustias y zozobras que nosotros en la actualidad… Doy fe de ello porque, por
razones obvias, he conocido ambas épocas. La psicología humana es más
compleja de lo que cabe imaginar…A veces sentimos conmiseración por quien tal
vez sea más feliz que nosotros mismos.
En este ambiente vivían ambos, Manuel y Rafael. Sus vidas discurrían
paralelas con la monotonía y normalidad propias de todos los chicos que vivían
en el medio rural de entonces: juegos (pídola,
billalda, tirar del palo, caza de pájaros con perchas o liria, lanzar
piedras con la honda o tirachinas, busca
de nidos para enjaular pájaros…), ayuda en las labores agrícolas, algunas
horas de enseñanza—a veces recibida en
los propios domicilios—mucha disciplina, no exenta de autoritarismo por parte
de los padres, etc. Era el denominador común
en los tiempos que corrían. No se solían
fijar mayores metas a alcanzar ni excesivos deseos de promoción. Esto era lógico
porque su medio ambiente era muy reducido y la generalidad de las personas desconocían
cuanto existía más allá de su terruño, que por otra parte, no sería mucho mejor de cuanto tenían en el suyo propio. Las fronteras
de un mundo mejor estaban muy alejadas
tanto en el espacio como en el tiempo. Para concienciarnos bien de ello, retrasemos
imaginariamente las manecillas del reloj un
siglo, y observaremos algo parecido a un páramo desolado…
Y la
mala fortuna quiso depararle a ambos un día funesto y desventurado, y digo ambos, porque lo
acaecido fue muy triste tanto para el uno como para el
otro chico, aunque, obviamente, más trágico para Rafael
y su familia que para Manuel.
Era bastante habitual entre los niños jugar a lanzarse piedras con la mano o piedrecitas con el tirachinas, como podemos observar en la película Saeta del
Ruiseñor (1957), rodada precisamente en una localidad no muy alejada de la
nuestra… A veces también se divertían haciendo puntería
sobre algún objeto, a modo de diana, colocado a distancia o,
simplemente, utilizaban estas piedras para controlar al ganado e impedir que se
desmandara. Este control ganadero se hacía a mano, y a veces, con la clásica honda. En ocasiones competían en demostrar sus habilidades y destrezas en el manejo
de la misma... Estas hondas las solían trenzar con pita o esparto, y las forraban de cuero, a veces artísticamente, con
la perfección y habilidad
propias que se adquiriría en
una clase de manualidades.
Bien jugando entre sí o lanzando una de estas piedras al ganado, probablemente a mano — y tal vez de
mayor tamaño que el usual –ésta desvió
su trayectoria e impactó en el hueso
occipital de Rafael, y cayó fulminado al suelo, muriendo al instante.
Pero sea como fuere, el resultado final
no pudo ser más nefasto y desgraciado… Cuesta imaginar cómo una piedra tan poco voluminosa produjo tan trágicas y dolorosas consecuencias.
El parte médico —localizado por el que esto
escribe— dice literalmente que “falleció
por fractura del occipital”… No añade más, aparte del día y la hora del suceso, que cito más abajo.
Y como
intento ser lo más exhaustivo
posible cuando relato algún hecho, he consultado el caso con un
eminente neurólogo e investigador de la Universidad de Texas— a quien me unen especiales
vínculos—y me dice lo siguiente
sobre la posible causa final de la muerte de este chico:
"En contra de lo que se suele creer, la muerte súbita o en pocos
minutos por impacto en la cabeza se debe, según se piensa hoy, casi siempre a
parada o arritmia cardíaca provocados por torsión leve, pero repentina, de la
base del tronco del encéfalo, que no causa mayores consecuencias más allá de
alguna pequeña hemorragia en esa zona, pero que paraliza los centros nerviosos
que influyen sobre el latido cardíaco y la presión arterial. Por motivos
obvios, no hay demostración inequívoca de este fenómeno en el hombre, sino
datos anecdóticos que lo apoyan. La experimentación en animales no siempre
resuelve este tipo de cuestión humana."
Como fácilmente puede colegirse de la opinión
anterior, un caso de mala suerte… Este informe arroja un poco de más luz sobre lo
ocurrido, pues a través del tiempo se han emitido no pocos juicios o relatos muy alejados de la realidad. Cuanto
cito fue, con toda probabilidad, la causa inmediata del fallecimiento.
Manuel
pensó que se había hecho el muerto para asustarlo…
Se acercó a él despavorido, gritando angustiado:
"¡No te
hagas el muerto para asustarme! ¡Levántate! ¡No finjas más!"
Incluso, se cuenta, cogió unos higos de una cercana
higuera —aún existe ésta— y se los
restregó por la cara pensando de este modo, vana ilusión, en continuar el juego…
No podía imaginar ni aceptar lo sucedido, que, tristemente, fue la peor de cuantas posibilidades existían: Rafael, su amigo, estaba muerto…
Rafael había nacido, según certificación
oficial, en 1907, un 10 de marzo. La
muerte se produjo a las diez
horas del día 17 de
septiembre de 1921, como se expresa también
en el ya citado documento. Contaba, por tanto, con algo más de 14 años. El otoño estacional
estaba a punto de comenzar, pero la
primavera de su vida se acabó
prematuramente, sin retorno, en los días
finales de un malhadado verano…
Manuel vino a este mundo, en Mondrón, el 8 de febrero de 1912. Algo más de 5 años diferían
sus edades. Murió en Buenos Aires
en 1987. Tenía 75 años.
No
ha sido este el primer caso en el que un pequeño impacto en el hueso occipital, ocasiona la muerte instantánea
de una persona. Externamente sólo se le pudo apreciar una pequeña “picadura”, pero tras ella estaba la
fractura y la afectación grave de una
parte muy sensible del cerebro.
Manuel, cuando tuvo conciencia de lo
realmente ocurrido, huyó despavorido, tal vez gritando aterrorizado, presa del
miedo y temor propios de la tremenda situación en que inesperadamente se encontraba.
No es difícil imaginar el estado anímico del muchacho en aquel doloroso trance,
y la angustia que sentiría tras percatarse de la gravedad de lo sucedido. Nos
bastarían sólo unos segundos de empatía para comprender los tristes momentos que viviría…
Emprendió
la huida, corriendo, hacia el cercano río de Sábar. Allí se ocultó
entre los
tarajes y cañaverales del mismo, lugar donde
fue localizado poco después por familiares y convecinos que salieron en
su busca. La solidaridad y cercanía del vecindario con
ambas familias fue
total desde que se conoció la noticia, consolando y mostrando su apoyo
a la una
y a la otra en tan distintas y
contrapuestas situaciones… El dolor de
cada una sería cualitativamente diferente, pero penetrante y vivo en
ambas.
Y todo tuvo su origen en un acto irreflexivo, espontáneo y exento
de intencionalidad —no digamos de
alevosía— entre dos amigos que tal vez jugaban casi a lo único que
sabían…
3
LA PERIPECIA HUMANA DE MANUEL
Y SU FAMILIA
Cuando pasaron los primeros momentos del
doloroso accidente, entraron en acción las autoridades judiciales. Es sabido que un
menor no tiene responsabilidad penal haga lo que haga, sea como sea y
dondequiera que ocurra el hecho. Antes era sí y ahora también. No obstante, preguntaron
al padre del fallecido, José López, apodado Perdiga, qué pedía para el otro chico. Y contestó
lacónicamente:
Sólo una cosa: no verlo más….
José López, padre del niño Rafael
Los padres de Manuel se
llamaban José Bueno y María López. Tenían dos hijos más: Antonio y María.
Tras el suceso comienza un
verdadero drama para ambas familias: la
del fallecido, por el dolor de la
irreparable pérdida del hijo desaparecido en tan trágicas circunstancias,
y la de Manuel,
tanto por el sentimiento de la muerte involuntariamente causada por el suyo
como por la peripecia humana que en lo sucesivo
habían de vivir todos sus miembros. No otra cosa que un cúmulo de sufrimientos y adversidades:
emigración, adaptación a una nueva vida,
abandono de vivienda, enseres y propiedades, nostalgia de su tierra
sentida desde un país tan lejano, ruptura de lazos sentimentales, etc. Esta última consecuencia
la explicaré un poco más adelante, en
este mismo lugar, pero en otro contexto, pues merece ser comentada con más detalle.
Desde luego, cuesta imaginar cómo una piedrecita de tan pequeñas dimensiones, pudo ser origen y causa de tan funestos e inimaginables
efectos…
Como
la familia de Manuel temía por la integridad física de su hijo en un ámbito tan reducido como era una aldea, lo tuvieron oculto en diversos lugares
para evitar ser localizado: bajo la cama
familiar, en un troje para guardar grano,
en los maizales de los alrededores, y también en el hueco del tronco de un añoso olivo
(véase la fotografía del mismo), localizado
en las cercanías de Mondrón en el lugar conocido como Olivar de Chiquete, que todos conocen e identifican como el olivo del escondite… En la oquedad de
su viejo, cavernoso y retorcido tronco—con varios siglos de existencia—, se
ocultaba Manuel durante el día. Por las noches, su familia, a
hurtadillas, le suministraba los
alimentos necesarios.
Olivo donde se escondía Manuel
Y así, de escondrijo en escondrijo,
cambiando de sitio, de sobresalto en sobresalto, con la angustia y el temor por compañía, pasó algún tiempo hasta que sus padres tomaron
la dolorosa decisión de desarraigarse del entorno
donde nacieron y pasaron la mayor parte de sus vidas, para emigrar allende los
mares, a las lejanas y desconocidas tierras hispanoamericanas, y evitar así zozobras y posibles enfrentamientos, no
descartables en el reducido ámbito de una aldea donde diariamente habían de
convivir los unos y los otros…
Se rumoreaba que el hermano mayor del fallecido, José,
intentó capturar al muchacho, y que estuvo a punto de conseguirlo, mientras
éste se ocultaba en la espesura de un cercano
maizal…
Debe ser muy triste tener que vivir escondido por la comisión de un acto de
consecuencias no deseadas e imprevistas, y sobre todo, cargar de por vida con un sambenito
inmerecido… En las poblaciones pequeñas, como era la nuestra, la
estigmatización por actos de esta naturaleza
alcanzaba no sólo al autor, sino
que, a veces, afectaba a toda la familia. Esta era la mentalidad
imperante hace casi un siglo. Por ello, pusieron rumbo a la República
Argentina. Y en este país hermano comenzaron una nueva vida,
pero siempre con la nostalgia —mezcla de melancolía y dolor— de su tierra, pues
eran muchas las vivencias, recuerdos y raíces que se dejaban atrás…También no
pocos deudos y amigos.
Me
cuentan que, primeramente, emigró el cabeza de familia para planificar la
llegada de los restantes componentes de la misma. Después, en
1922, iría la familia al completo...
Aquí quedó un anciano miembro, apodado “Prevenío”, vendedor ambulante de pescado, que finalmente optó
también por marcharse de España para
reunirse y recibir el calor de los suyos.
Debo
decir, a modo de inciso, que Argentina era en aquellos tiempos país de
inmigración, muy próspero y acogedor.
Gozaba de unas riquezas incalculables, en muchos casos, sin explotar. Fueron
muy numerosos los españoles — generalmente conocidos como “gallegos”— los que arribaron a sus costas buscando mejor fortuna, y la verdad
es que pocas veces quedaron defraudados.
La prosperidad económica de estas
tierras sería una de las pocas cosas a su
favor con las que contaría esta familia,
aparte de la existencia de un idioma común.
Foto familiar hecha en Argentina, Manuel (con el sombrero),
María, su madre y su tio Antonio
¿Cuál fue el devenir personal
de Manuel tras la emigración? Según las informaciones que poseo, falleció en la
ancianidad, tal vez pensando en su pasado, presa de luctuosos
recuerdos de algo sucedido fortuitamente, sin malicia y
ninguna culpabilidad por su parte.
Nos dicen los moralistas que no existe culpa si la voluntariedad no acompaña al acto… Este era el caso. Una nieta suya,
persona muy amable —con quien he contactado en
dos ocasiones—, me dice en
un correo electrónico:
"Mis abuelos vivían en Buenos Aires y
yo soy de Mendoza. Vivían con mi madre y
mi hermano, aquí eso está a unos 1000 km de Buenos Aires, es en la
frontera con Chile. Mi abuelo vino pocas
veces por acá siempre por trabajo. El se hizo criador de caballos de polo.
Sabes era excelente con eso, sabía mucho de caballos. Era un hombre con un
humor precioso, lo he amado mucho y además siento que me acompaña. Como verás
es alguien muy cercano a pesar de que vivíamos lejos."
El llamado Polo Argentino
(polo a caballo) –valga mi apostilla—
tuvo y tiene un
desarrollo excepcional en aquellas tierras, tanto por el arte
y perfección con que se practica como por la importancia económica del mismo.
4
LA EMIGRACIÓN: AMORES FRUSTRADOS DE ISIDRO Y MARÍA
Aquí, en una pequeña población denominada
CORONEL CHARLONE, situada al noroeste de la provincia de Buenos Aires, de unos
1.520 habitantes en la actualidad, con actividades productivas agrícolas y
ganaderas, se estableció la familia de Manuel, no sin dejar de sentir en su corazón la nostalgia de
su inolvidable Mondrón, nostalgia heredada, incluso, por algunos sucesores como si la llevaran
impresa en su código genético…
Y tal vez por eso, cuando algún descendiente de aquellos primeros emigrantes
viene a España, la primera recomendación que
recibe de ellos es ésta:
"¡No te vengas sin visitar Mondrón!"
Secundando este deseo, nos visitó recientemente
Valeria Rivas Bueno,
nieta de Manuel. Recorrió las calles de
la localidad para conocer la casa donde
habitaron sus antepasados, ante la cual—me refiere el acompañante— “derramó algunas lágrimas”… y lamentó la
causa que motivó la emigración.
Valeria Rivas Bueno (nieta de Manuel) representando una obra teatral
Desde hacía varios años, bastantes antes de
este triste suceso, una hermana de Manuel, María,
estaba ennoviada con Isidro Sánchez
Carnero, joven serio, bien preparado y muy considerado enla localidad. Seganaba la vida como agricultor — poseía
una pequeña explotación—, actividad de escasa rentabilidad, tanto ayer como
hoy, en zonas de minifundismo. Pero
él complementaba sus escasos
ingresos con los que obtenía como “maestro itinerante” o de “campo”, como
también eran conocidos estos enseñantes.
Ella, María, era una
moza encantadora y muy admirada
en la
comarca. Además
de una mujer de singular belleza, dicen cuantos la conocieron en persona, que poseía los naturales encantos femeninos de la simpatía,
la dulzura y la gracia de las mujeres de
nuestra tierra… La fotografía que inserto —hecha recién llegada
a Argentina, y enviada a Isidro— ponen de manifiesto
cuanto digo de sus atractivos personales.
María Bueno López (Octubre de 1922)
Era público y notorio que se amaban
mutuamente con la entrega y sinceridad de los amores de antaño. Una de las
notas características de estos amores era la fidelidad… El dicho
popular de que “obras son amores y no buenas razones”, lo
pusieron ellos de manifiesto, sobre todo Isidro, como veremos después. Este
noviazgo fue uno de los más conocidos y
comentados de nuestra comarca,
y tuvo los ingredientes característicos de una apasionada novela de amor, con matices románticos más propios de
épocas lejanas que de
los tiempos que corrían, y no digamos,
de los actuales…
5
EL EMBARQUE: ESCENA EN EL PUERTO…
Cuando la familia tomó la decisión
de emigrar, los novios temieron
lógicamente por su separación. Isidro pensó entonces unirse también a María y
cruzar el Atlántico junto a ella y sus familiares
para no separarse de la
misma. Con los preceptivos pasaportes en regla, se dirigieron
todos al punto de partida, es decir, al
puerto marítimo de Málaga, no sin derramar las inevitables lágrimas de
despedida, propias en estos casos…
Isidro Sánchez Carnero
Muchas personas sienten la nostalgia de
su tierra, incluso antes de partir de ella. Pero una vez se ha producido la casi siempre
irreversible marcha, el emigrante vive
del recuerdo, no pocas veces mezclado con
el dolorido sentir por cuanto
perdieron: su casa, sus amigos, el
entorno donde se desenvolvía su vida, los años de su infancia y todo un cúmulo
de vivencias que quedan atrás, pero que no dejan de acompañarlo adondequiera que vaya, sobre todo, si la
emigración, como en este caso, es forzada e impuesta por la adversidad y la desgracia. La soledad
suele ser su inseparable compañera aunque habiten en populosas ciudades—solos entre multitudes—, por más que el conocimiento del idioma
les favorezca, como en este caso.
Olvidar una vida y empezar
otra nueva, cuesta mucho…Al menos esto dicen los que han
vivido semejante experiencia. En
España, la emigración ha sido casi una constante histórica en todas las épocas,
aunque las causas que la motivaron no siempre fueron las mismas.
María Bueno López
De
cuantas personas de esta
familia partieron en aquella ocasión, ninguna regresó a
Mondrón. Solamente algunos descendientes volverían a la tierra de sus
antepasados, como digo en otro lugar de este mismo artículo. Pero sí
se comunicaban epistolarmente con sus
amistades. Ahora lo hacen vía telefónica y por Internet.
María del Pilar Martina, hija de María (con su esposo)
Tal es el caso de María del Pilar Martini, hija de María, amable y encantadora como dicen era su madre. Nos visitó también hace unos años con su marido, y
estuvo entre nosotros varios días. Ella me ha facilitado datos y fotografías de
los primeros tiempos de su familia en
Argentina, por lo cual, públicamente, le reitero mi gratitud.Sobre su madre, me dice en sendos correos
electrónicos:
Estimado
Pascual:
He leído todo lo que me has escrito.
Yo conocía la historia de mi tío, pero no la de mi madre.
He llorado toda la tarde pensando lo que habrán sufrido ambos —se refiere al noviazgo de Isidro con María—. Ella nunca nos contó nada. Sería por respeto a mi padre, que era un hombre muy bueno y fueron muy felices...
Un abrazo para todos
He llorado toda la tarde pensando lo que habrán sufrido ambos —se refiere al noviazgo de Isidro con María—. Ella nunca nos contó nada. Sería por respeto a mi padre, que era un hombre muy bueno y fueron muy felices...
Un abrazo para todos
Y en
otro, escribe:
Estimado Pascual:
He recibido todo lo que me has mandado. No dejo de emocionarme y de agradecerte el haber conocido esa historia, muy triste, por cierto. Bueno es la vida y a todos nos toca tener alguna experiencia desagradable, pero también hay cosas que nos hacen felices.
Debo reconocer que eres una persona muy bien preparada, tal vez seas escritor, está todo muy bien redactado. Yo leo bastante todo lo que puedo, pero reconozco que tengo algunas faltas de ortografía. Tengo que ejercitarme con los puntos y las comas.
Cualquier dato que necesites no tienes más que pedírmelo.
Un abrazo grande para ti, Lola y Carmen, la sobrina de Isidro, a quien conocí y por ella pude enterarme de esa historia, pero no con los detalles que tú me cuentas.
Un abrazo.
He recibido todo lo que me has mandado. No dejo de emocionarme y de agradecerte el haber conocido esa historia, muy triste, por cierto. Bueno es la vida y a todos nos toca tener alguna experiencia desagradable, pero también hay cosas que nos hacen felices.
Debo reconocer que eres una persona muy bien preparada, tal vez seas escritor, está todo muy bien redactado. Yo leo bastante todo lo que puedo, pero reconozco que tengo algunas faltas de ortografía. Tengo que ejercitarme con los puntos y las comas.
Cualquier dato que necesites no tienes más que pedírmelo.
Un abrazo grande para ti, Lola y Carmen, la sobrina de Isidro, a quien conocí y por ella pude enterarme de esa historia, pero no con los detalles que tú me cuentas.
Un abrazo.
Pero
volviendo a la centralidad del tema,
decidido Isidro a embarcar con María,
con el pertinente pasaporte en regla, aparece su padre —llamado
también como él, Isidro Sánchez— en el puerto de embarque: iba
dispuesto a impedir la marcha de su único hijo
varón. No quería perderlo tal vez para siempre. Y tras larga
conversación con el
mismo, sus dotes persuasivas, acompañadas de súplicas y bastantes
lágrimas, no exentas del autoritarismo propio de la época, hicieron
reflexionar a Isidro hasta doblegar su voluntad, consiguiendo que
desistiera de su proyecto de
partir junto María. Difícil dilema el suyo... Dicen que lloró, y
María,
no menos, ante este último
adiós en vida…
Vivienda de Isidro Sánchez en Mondrón
Es fácil imaginar los
sentimientos que experimentarían ambos novios tras la forzada — y
previsiblemente definitiva — separación. En la actualidad las
distancias se
han acortado de forma increíble, pero en aquellos lejanos tiempos
sólo la travesía en barco era posible.
Y ésta se lograba tras algo más de de dos semanas de navegación
mediante un
costoso pasaje, prohibitivo
para las
familias de economía modesta, como eran la mayoría de aquel entorno… La
correspondencia postal se ofrecía casi como el único medio de
comunicación. Cuantas
innovaciones vendrían después en este campo con el paso de los años, eran entonces impensables…
El
popular Valderrama, aunque ya
nacido, no tenía edad de componer y
cantar su conocida copla El emigrante, pero esta familia seguro que ya la presentía:
Cuando salí de mi tierra
volví la cara
llorando
porque lo que más quería
atrás me lo iba dejando.
Y esta joven, María, se dejaba atrás no
sólo a su tierra, sino lo que tal vez más quería: a Isidro, su novio, a
quien amaba y con quien tenía proyectado
contraer matrimonio en breve.
6
LA FIDELIDAD DE ISIDRO: LA
CONSTANCIA EN EL AMOR
Isidro
fue fiel a su primer amor. Obras son amores… El convivía con sus padres, impartía
clases de enseñanza primaria en cortijos
y aldeas, deambulando por veredas y caminos a veces intransitables, con su
carpeta bajo el brazo... Aparentemente llevaba una vida normal. Pero en el hondón de su alma, en su
pensamiento y en su corazón, llevaba
como clavada la imagen de María…No se
refiere por aquí otro caso de fidelidad
en el amor como el de este hombre. En mi juventud llegué a conversar mucho con
él, y conocí en profundidad sus interioridades.
Vivía con una sobrina suya, Carmen. Curiosa coincidencia: el marido de Carmen,
Antonio López, era hermano de Rafael, el chico fallecido…
No
obstante, él se acordaría del refrán
que dice: la mancha de la mora
con otra verde quita. Y decidió probar suerte con un nuevo amor, quizá para ver si podía sustituir y olvidar el primero…
Buscando
y escudriñando en los papeles de Isidro —cuidadosamente custodiados
ahora por una resobrina del mismo— encontré la fotografía de la chica
con la
cual se ennovió. Era de un conocido e importante pueblo de la
provincia, y se hallaba transitoriamente en nuestra comarca pasando
unos días junto a un tío suyo que a la sazón trabajaba, como maestro de
obras,
en la carretera, concretamente en la
construcción del actual puente sobre río de Sábar. En esta pedanía de
Alfarnatejo la conoció
Isidro cuando impartía
clases como maestro de campo.
Como puede
apreciarse en la foto que he encontrado dedicada a él —cito dedicatoria,
pero no la imagen, pues sería una
indelicadeza hacerlo —, era también mujer elegante, alta, delgada, de
fino rostro, atractiva y, al
parecer, muy joven… La contemplación de la misma evidencia una cosa: Isidro tenía buen gusto para la elección de las mujeres…
Escrito al dorso, se lee:
Te dedico este pequeño recuerdo como prueba
de nuestro amor.
A. P.
Gozaba
ella – refieren — de una singular simpatía. Su cara así lo delata.
La relación con Isidro fue más bien efímera, pues el noviazgo se
rompió al poco tiempo de su inicio. ¿Por
qué? No lo sé. Sería imposible averiguarlo. Pero decían las expertas en
artes
celestinescas, —en nuestra tierra siempre las hubo—, que la ruptura tuvo
mucho que ver con el
imborrable recuerdo de otra
mujer que emigró forzada por
circunstancias adversas a tierras
lejanas, y que se interponía
entre ambos. Y es que la sombra de María era tan alargada, que
desde la
populosa Buenos Aires alcanzaba hasta el
modesto Mondrón…
De
la mujer de este segundo amor he sabido que casó, tuvo dos hijos, y enviudó muy joven,
según información facilitada por un conocido
suyo.
Deduzco de cuanto me informan que
tampoco la fortuna la
favoreció demasiado en la vida…
Isidro, por su parte, vivió
célibe y célibe murió…No
era hombre de carácter tornadizo. La volubilidad o inconstancia
nunca fue un defecto suyo. Pero al repasar los capítulos de su
biografía amorosa se evidencia una cosa :
Cupido — el dios mitológico del amor—, fue
poco benévolo con él, pues no permitió que culminaran, por unas u
otras razones , ninguno de sus dos proyectos amorosos. Tal vez la soltería
fuera su hado o sino decretado por los dioses del amor…Al menos eso parece.
Hombres
de estas convicciones y probadas fidelidades no eran demasiado
comunes ni antes ni lo son ahora…El caso, con aromas novelescos, más
parece sacado de la literatura romántica que de la vida real…
Tras
la marcha hubo algún cruce epistolar entre María e Isidro, como prueba la
misiva que incluyo en este artículo. El texto, manuscrito, bastante
deteriorado, encontrado por mí entre los ya mencionados papeles, pone de
manifiesto que también la huella del amor
seguía indeleble en el corazón de María, lo cual no obsta, para que
pasado el tiempo, contrajera matrimonio con un argentino. … Resulta comprensible que intentara comenzar una nueva vida…
Era normal que sucediera y así lo hizo.
Isidro falleció el 28 de octubre de 1977, y María, el 24 de agosto de 1984. El contaba 82 años, y ella, 80. En
síntesis: dos vidas paralelas en el sentir amoroso llamadas a converger en ese
punto común que es el matrimonio, pero que un desdichado suceso
las separó para siempre…
Cuando
veía caminar a este hombre, acaso ensimismado por los
sentimientos y recuerdos que
lo embargaban, acudían inevitablemente a mi mente los conocidos versos de Lope:
A mis soledades voy, — de mis soledades vengo,
—porque para andar
Conmigo — me bastan mis pensamientos.
Y yo, que conocía desde hacía tiempo el capítulo amoroso de su biografía,
enseguida adivinaba la ausencia que provocaba
su soledad y el objeto de sus
pensamientos: una mujer, María Bueno…
Como refiero más arriba, mantuve cierta relación de amistad con Isidro. Vivíamos muy cerca el uno del otro, y solíamos
conversar de vez en cuando. Confiaba mucho en mí, para con quien tuvo muchas
deferencias. Era persona de complexión
robusta —lo apodaban por ello Isidro El
Gordo— poco locuaz y más ensimismado que extravertido… Se mostraba algo adusto y hermético, no
demasiado proclive a desvelar
nada de su pasado y menos sus intimidades. No obstante,
gozaba de mucha estima y respeto en la
localidad.
En
ocasiones, era solicitado por sus
convecinos para que intermediara en algunos conflictos personales no
infrecuentes en un vecindario como éste.… Hacía los oficios de lo que entonces se llamaba
“un hombre bueno”. Él colaboraba con gusto, y en general, con
acierto. A pesar de su adustez, a veces se mostraba jocoso…Voy a citar un solo
caso, pidiendo disculpas al lector por la divagación:
Un matrimonio llegó a la separación por la flagrante
infidelidad de la
esposa. Isidro medió
para reconciliar a ambos cónyuges.
Su intermediación en los más diversos asuntos solía ser muy efectiva, por lo que
era requerido con frecuencia para
menesteres como éste. El marido burlado se mostraba muy reacio a reanudar la convivencia, y manifestó al
mediador ante la reiterada insistencia
del mismo:
—Isidro, convivir otra vez con esa mujer es cosa muy dura de tragar…
Y éste le dice socarronamente:
—Hombre, ahí te lo vas “tragandillo” poco a poco, como puedas, aunque sea
sorbito a sorbito…
Y sorbito a sorbito,
o de una vez, logró nuevamente la
unión conyugal…
Sus confidencias personales se las hacía a su sobrina Carmen, a quien quería, como
digo antes, más que como sobrina como a una verdadera
hija… Ella lo veneraba también como a un padre. Esta mujer era conocida
en la localidad como “Carmen de Isidro”…
Al final de sus días —murió en casa de la misma—, la declaró heredera universal
de todos sus bienes…
SEGUNDO PASCUAL TOLEDO
Febrero,
2013.