LA  AXARQUÍA Y  LOS NAIPES
MEMORIA Y VIVENCIAS DEL PASADO
EL MONTE,  EL CUELO  O JULEPE  Y  EL  JILEY
                                                                I
            En los años  cuarenta y cincuenta del siglo pasado – también muchos años  atrás—y  prácticamente hasta el  boom de la emigración con la consiguiente despoblación de los núcleos rurales, el juego de las cartas o naipes
 alcanzó en Mondrón y asimismo en otros muchos lugares de la Axarquía, 
un auge inusitado. Antes de entrar en materia conviene decir que  este  
juego  parece ser  se inventó en China en el s. XII, al menos esta es la
 opinión mayoritaria, aunque existen otras que lo sitúan en tiempos más 
lejanos aún.  
                   Hubo quien  adjudicó a esta barriada el sobrenombre de  “pequeño Montecarlo”
 por la reiterada práctica   del juego que se daba en  la misma. Y es 
verdad que esta denominación—hipérbole aparte-- le cuadraba con suma 
propiedad. Aquí  acudían adinerados “banqueros”
 y jugadores de las más diversas procedencias a poner “una mesa”, como 
se decía en el argot  que ellos utilizaban. El lugar de encuentro eran 
los bares que existían en aquellos tiempos: Perdiga, Salvarico  Barrancos,   y un poco más tardíamente, el conocido como  El Tropezón,
 pero éste último con  menos actividad y relevancia. Cuando la 
vigilancia de la guardia civil se intensificaba, la práctica del juego 
se trasladaba a los domicilios particulares. 
Situación de antiguo Bar de Perdiga
Situación de antiguo Bar El Tropezon 
     En el cercano Pulgarín se jugaba en el bar Leonardo,
 junto al manantial de agua, edificio hoy en ruinas,  al lado de la 
carretera que   conduce  hasta Alfarnatejo. Como el camino que  llevaba 
desde Mondrón a Pulgarín era pendiente y muy accidentado—aún no existía 
el trazado de la actual  vía—algún “banquero” alquilaba el burro  del 
vecino  Francisco Román,  Frasquito Pocaslibras, para que lo trasladara 
hasta el mencionado bar   de Pulgarín.  Los burros—también la especie 
asnal ha  desaparecido de aquí—eran en aquellos tiempos  como los  taxis
 de ahora… Cito el detalle  como  mera  curiosidad.
José López Pascual (José Perdiga)
            A
 veces buscaban para jugar un lugar lo más reservado posible y de fácil 
de evasión en caso de la llegada  sorpresiva  de la guardia civil. En   
más de una ocasión los jugadores tuvieron que escapar por una ventana o 
saltar apresuradamente  la tapia de un corral  ante la presencia 
inesperada de ésta, pues el juego de dinero estaba vedado  y penado por 
las leyes desde tiempos muy atrás,  por lo que su  práctica,  fuera del 
ámbito privado, era ilegal. No obstante esta prohibición, existía cierta
 tolerancia o permisividad hacia el mismo, y solamente se actuaba contra
 él cuando mediaba una denuncia concreta  de  parte interesada, pues era
 público y  notorio quiénes, dónde, cuándo y a qué jugaban…  En 
algunos lugares hubo cierre de  locales, detención momentánea de los 
dueños y jugadores, sanciones etc., pero nunca se trataba el caso con 
severidad, pues esta  práctica ilícita se veía como un escapismo o  
huida de la dura realidad de aquellos  tan  difíciles tiempos de 
escaseces, miseria y privación de libertades fundamentales. La táctica 
del  “pan y circo” de los romanos, sólo que  en estos  tiempos  el pan  no era  tampoco demasiado abundante…
           Como
  ejemplo cómico, citaré el de un jugador—vive todavía en lúcida 
ancianidad—que fue apresado porque su obesidad no le permitió escapar 
por la ventana del edificio al ser ésta demasiado estrecha para su 
voluminoso cuerpo.  Otro, se escondió en una alacena, y al ser 
interrogado por el guardia  sobre la razón de tan extraña ubicación,  
alegó, nervioso, que estaba dando un paseo…También resulta 
hilarante el  caso del que se ocultó entre dos colchones de una cama que
 había en la vivienda del tabernero, y al ser descubierto,  exclamó, 
imaginando que era un compañero quien tiraba: -- “¡No tires del colchón, que está ahí la guardia civil….! “
           Traigo
 a colación una reveladora anécdota que evidencia la mentalidad de la 
época: en una de las ocasiones en las  que los jugadores fueron 
sorprendidos alrededor de las mesas con las cartas en la mano, la 
guardia civil los obligó a cargar a hombros con las mismas y llevarlas hasta el cuartel de Periana (aproximadamente 6 kilómetros).  Aunque parezca inconcebible,  así sucedió en realidad.
     
 Los jugadores solían poner  un vigía en  cada una de las posibles 
entradas de la barriada para que dieran la alarma caso de detectar la 
presencia de la Benemérita….En más de una ocasión las mismas esposas  de
 los jugadores daban “el chivatazo”   para evitar que sus maridos
  se jugaran  el jornal del día  y dejaran  sin   pan  a sus hijos. 
Esto, que se sepa,  sucedió  más de una vez. Si la delación no se hacía 
con el debido sigilo y  llegaba a conocerse por los denunciados el 
nombre de la denunciante, las consecuencias para la misma pueden  
fácilmente imaginarse cuáles  serían…
 II
     Los juegos  más practicados eran   “el  monte, el cuelo o julepe y  el jiley”,
  especialmente el primero. Entre los principales  “banqueros”,  algunos
 de  ellos personas de reconocido prestigio y  bastante capacidad 
económica, que  acudían periódicamente a  esta  pequeña localidad para 
poner “la banca o una mesa”, citaré  algunos nombres, muchos de los 
cuales conocí personalmente pese  a mi corta edad de entonces.  Los más 
 sobresalientes, fueron: 
      Antonio Muñoz Muñoz
 -- tío mío por afinidad-- conocido popularmente como  El Señorito de 
Las Rozas o del Cortijo Grande o solamente como  El Señorito. Este era 
tenido por el más  sagaz,  hábil e inteligente  de todos, y  también  el
 de  mayor poder económico. En materia de  naipes  bien se le podía 
conceder el doctorado.  Fue, además,  muy respetado, tanto dentro como 
fuera del lugar de juego. Se recuerda todavía entre la gente como una 
persona  elegante, simpática y cortés. Es  sabido que  obtuvo mucho 
dinero como ganancia en el  juego.  Se  cuenta que el importe del 
cortijo Pinero, comprado y agregado por él a sus ya vastas posesiones 
rústicas, y  después sumergido parcialmente bajo las aguas de la  presa de La Viñuela,
 lo adquirió con la  ganancia de  las tres últimas jugadas  de  una 
noche en Vélez-Málaga…Tenía varios  expertos y fieles jugadores que 
trabajaban para él  a sueldo o comisión en distintos lugares de la 
Axarquía, que  raras veces le fallaban. En el juego solía cumplirse 
también el adagio popular: Dinero, ¿a dónde vas…?  Adonde hay más.
Antonio Muñoz Muñoz (El Señorito) 
           Cuando  los llamados maquis  o guerrilla antifranquista
 hicieron su aparición  en  nuestros campos, con la práctica del 
secuestro como método de extorsión, se trasladó a vivir a  Periana, 
donde  residió varios  años con su familia. Pasado algún tiempo—tras la 
desaparición de esta seria amenaza—volvió nuevamente al lugar de  sus 
orígenes: El Cortijo Grande. Finalmente, fijó su  residencia  en Málaga, donde  falleció a los pocos años en su domicilio de calle Cristo de la Epidemia. 
      
 Muchas anécdotas se recuerdan  de este hombre con relación al juego. 
Cito una: cuando decidió contraer matrimonio con la mujer que fue su 
fiel compañera durante toda la vida, Gloria Toledo— mi inolvidable tía 
Gloria-- se trasladó  un día a la cercana ciudad de Vélez-Málaga para 
adquirir los muebles de la casa que iban habitar  en el Cortijo Grande. 
Esto es lo que solían hacer la mayoría de las parejas en vísperas de 
bodas: adquirir los muebles en la tenida como capital de la Axarquía.  
Aquel día entró a probar suerte en el entonces  muy popular bar El Petit,
 —conocido lugar de  copas y  juego en aquellos tiempos--, y comenzó a 
jugar.  Al principio, la suerte le fue adversa y  perdió  casi todo el 
dinero que llevaba para lo compra de los enseres domésticos. Pero  no se
 desanimó  y continuó jugando con  lo poco  que le quedaba en el 
bolsillo. Era hombre muy tenaz. Y a las pocas horas, recuperó, 
triplicando,  la cantidad perdida inicialmente…
    
 Tuvo la  intuición y acierto de encauzar a sus hijos hacia nuevas y 
diversificadas actividades—distintas e innovadoras en muchos aspectos-- 
en las cuales, algunos de ellos, han obtenido notables éxitos, llegando a
 crear un verdadero emporio o conjunto de empresas tanto en el  terreno 
de las promociones inmobiliarias como en de las más modernas 
explotaciones agrícolas, situadas, unas y otras, en  varias provincias 
españolas y también en algún país suramericano. Y es que el espíritu  
clarividente y anticipativo de Antonio Muñoz pervive en sus hijos…Supo 
legarles, además de una  sólida base económica, hábitos  de laboriosidad
 y  de afanes emprendedores.
      Rafael Ruiz Muñoz,
 Rafael el Largo,  pariente del  Señorito,  prosperó mucho como jugador,
 pasando de un patrimonio inicial de cuatro fanegas de tierra a tener  
cuarenta. El juego era para él  una verdadera profesión, como lo  fue 
también para otros muchos. 
Rafael Ruiz Muñoz (Rafael el Largo) 
       Rafael Ruiz Fortes,
 hijo del anterior, (éste--valga como anécdota-- ganó una burra en una 
noche y, además, incrementó también su capital en varias fanegas de 
cultivo). Esta información me ha sido facilitada por un hijo del primero
 y hermano del segundo. 
      Muy conocido  en estos mismos ambientes, y compañero de los anteriores, fue Antonio Serralvo,
  El  Paleño, que,  lo mismo que  ellos,  habitaba en el  llamado El 
Cortijo Grande  (Cútar).  A pesar  del largo lapso de tiempo 
transcurrido desde aquellas fechas, aún se sigue  recordando  al  Paleño
 como envuelto en una  aureola  de leyenda por sus dotes de  grandísimo 
jugador. Me ha sorprendido que hablen elogiosamente de él incluso 
personas que ni siquiera  llegaron a conocerlo personalmente  ni jamás 
jugaron a las cartas. 
          Igualmente, merece  especial mención Antonio Muñoz Cuenca,
 que residía en Loma de  León (Cútar). Jugaba  también a sueldo para el 
más adinerado de todos, que, como queda dicho, era Antonio Muñoz Muñoz. 
         Constituían,
 en perfecta simbiosis, una especie de  núcleo duro en este campo, muy 
potente económicamente,  y  conocedor de los entresijos del juego, que 
se movía por  diversos lugares  de la zona, donde  los esperaban en 
fechas, previamente convenidas, para organizar las partidas. Actuaban 
coordinados  entre sí,  impulsados y unidos por los mismos objetivos. 
Solían desplazarse por los caminos de entonces montando  sendos 
caballos, siempre vistosos y bien enjaezados. Los habitantes de cortijos
 y caseríos por donde inevitablemente habían de pasar, intuían los fines
 y  el lugar de destino. Una  anciana sobreviviente de aquellos lejanos 
tiempos, me  cuanta: “Cuando  mi padre los veía pasar, exclamaba con 
ironía: ¡Ahí van   los caballos de la baraja!”.
     Antonio Clavero García,
 Benito, vecino de  Benamargosa (parte de la Zubia de este municipio), y
  que, además de experto jugador, era astuto contrabandista de picadura 
de tabaco, o sea, tabaco de liar (este pueblo era conocido entones como el pequeño Gibraltar).
 Fue persona de buen semblante, con bigote negro bien cuidado, airoso, 
galante y deferente con las mujeres. Vestía impecablemente, con su 
pañuelito rojo en el bolsillo pequeño de la chaqueta. Se desplazaba de 
unos lugares a otros en un vistoso caballo, que le servía, además, para 
transportar sus productos de contrabando. Cuentan que el animal estaba 
tan habituado  a esquivar a la guardia civil, que le bastaba oír este 
nombre para lanzarse velozmente  a la carrera…
          Así
    recuerda  todavía la gente a  este hombre, dotado, como pocos, del 
don de la simpatía y  la amigabilidad. Por último, se trasladó a vivir a
  la  provincia de Granada, donde casó y murió hace bastantes años, 
según la información que he podido obtener de paisanos suyos, pues es  
persona muy recordada en su pueblo.
          No
 puedo alejarme de Benamargosa sin antes citar a otro benamargoseño  
llamado Antonio Toré  Artero, que dejó buena cuenta de su clara visión 
del juego de las cartas en los bares de Vélez-Málaga, sobre todo en el 
desaparecido El Petit.  Me cuenta un sobrino suyo que  “intuía las jugadas”, y que  solía pasar más tiempo en estos lugares  que en su propia casa. 
     
    
 La lista podría continuar con tantos nombres, que la haría 
interminable.  Me es imposible complacer a todos  cuantos  desearían que
 sus antepasados  fueran incluidos en esta breve reseña histórica del  
juego en nuestra comarca, pues  ven en ello una manera de perpetuar su 
memoria y también, a veces, de reivindicar su figura despojándola del 
calificativo de personas  viciosas. Debemos eliminar de su práctica 
todas las  connotaciones peyorativas adjudicas, pues en no pocos casos, 
 tenía más de  hobby o pasatiempo –y  también  de  modus vivendi-,
  que de vicio o adicción, aunque la frontera entre lo uno y lo otro  se
 entrecruce  frecuentemente apareciendo    difusa  para los 
observadores, sobre todo, si  éstos no se liberan de los prejuicios tan 
propios de nuestra idiosincrasia nacional.
    
     
 La capital de la  Axarquía—Vélez-Málaga—se consideró como  la cuna del 
juego   durante los primeros años del siglo pasado, y también desde 
mucho antes. A esta localidad acudían    acaudalados jugadores de los 
más diversos puntos de Andalucía.  Los movía el afán de jugar y, 
lógicamente triunfar, pero utilizando un símil futbolístico, diré  que 
en este campo era muy difícil arañar puntos…La mayoría solían quedar—me 
cuentan-- como  el  “Gallo  de  Morón: sin plumas y cacareando…”
       
     De  esta zona de la Axarquía  salieron también en aquellos  ya lejanos tiempos  magníficos jugadores— “los ronaldos y los messis”,
 diría—de la baraja. Puede decirse, sin exageración, que  algunos de  
ellos crearon escuela en el arte  y maestría del juego de las cartas, 
pues no todas las personas hacen las mismas cosas  con el mismo  estilo y
 perfección.  Cada cual  imprime su propia impronta  o  huella a lo que 
 realiza.  No todo está  descubierto o inventado, ni siquiera en los 
“oficios” más antiguos y practicados del mundo.                         
             
                                                              
                                                              III
     
 Otro lugar de encuentro de jugadores  de los más diversos puntos de  
nuestra amplia comarca era  las llamadas Cuevas de Comares, pintoresca 
barriada de casas  diseminadas en ambas riberas  del río del mismo 
nombre, perteneciente a este municipio malagueño.  Existía  allí un 
bar—complementado con un estanco-- donde, además de  generosos vinos 
acompañados de ricas y  abundantes tapas, se ofrecía la posibilidad de 
probar también la suerte  de las cartas sin ningún tipo de 
restricciones. Era en aquellos  tiempos, indiscutiblemente, como  la meca del juego… Las llamadas  timbas   o  reuniones para jugar –éste es su verdadero nombre-- tenían lugar diariamente o, al menos, todas las semanas. 
        Este
  establecimiento estaba regentado por su propietario, José Bustos Ruiz,
 más conocido como  Pepe la Percha, persona con  bastante don de gentes,
  experto y hábil comerciante. Su muerte—falleció  por carbunco 
(ántrax maligno) contagiado  por la sangre de un cabrito mientras lo 
sacrificaba— impactó a toda la comarca, tanto por la  escasa prevalencia
 y rareza de  la enfermedad, como por la estima gozada  por el difunto. 
 
        Fueron
  muchas las personas, de las más diversas procedencias,  las que  
frecuentaban  La Percha. Este establecimiento  ofrecía alojamiento para 
personas y cuadras para sus caballerías. Disponía  de una  perfecta 
organización hasta en los más mínimos detalles. Por ello obtuvo tanto 
éxito  y fama comercial. 
  
    
 Citaré algunos de los visitantes más asiduos de  este lugar, conocidos 
por mí en mi niñez. Representaban, no obstante, una  mínima parte de los
 que allí acudían:
     
     Antonio Luque  Fernández,
 más conocido por El Molinero, pues era maestro de molino harinero  
–también éste, tío mío por afinidad y además padrino de pila—se 
desplazaba frecuentemente a La Percha donde pasaba largas veladas,  
jugando a la cartas. Dicen de él que era también muy experto en el 
manejo de los naipes…Recorría el largo trayecto desde su casa en Vilo 
(junta de los ríos) hasta el lugar de juego, por accidentados caminos de
 herradura, montando una  yegua o jaca, famélica y desgarbada, con aires
 de rocín flaco, según me cuenta un nieto  suyo. No sólo fue competente 
como  molinero—muy solicitado en los numerosos molinos  existentes 
entonces en  la ribera del río Guaro—sino también especialmente 
habilidoso en las tareas agrícolas,  y tenido por  buen fiestero en  los
 verdiales, que tanto auge y esplendor  adquirieron en aquellos tiempos.
    
Antonio Luque Fernández (El Molinero) 
           Emparentado con el anterior—eran consuegros—no quiero dejar de citar a otro popular jugador de la época. Se  llamaba Antonio Martín Molina,
 más conocido  por Panza Morena.  Vivió primeramente en Vilo, y por 
último, en Becerril, también de Periana. Dominaba muy bien el juego, y 
recíprocamente, el juego lo dominaba a él, es decir, se retroalimentaban
 ambos. Cabalgaba en una yegua para desplazarse a los lugares más 
populares en aquellas fechas, que para él no eran otros que los ya 
mencionados. Un familiar me relata una anécdota muy curiosa: cuando 
volvía a casa tras varios días de ausencia, era lógico que  la  
esposa—Beatriz--le recriminara irascible su conducta. Entonces, montaba 
nuevamente la yegua, y le decía al animal: -- ¡Ea, vámonos, que aquí no nos quieren!. Y emprendía una nueva aventura de similares características   y  con los mismos objetivos  que la anterior…
    
Antonio Martín Molina (Panza Morena) 
         Sería una omisión imperdonable no citar los diversos lugares de  nuestra  Periana—como el conocido bar Los Nervios—hoy
 desaparecido.  En  éste, como en otros de la misma localidad, se  
reunía la  tenida entonces como la élite social y económica del pueblo. A
 muchos de ellos, entre copa y copa, café y café, los visitaba el alba 
alrededor de la mesa de juego.  Puedo citar a muchos jugadores, pero 
entre los más audaces  y  hábiles  merece  ser recordado de un modo 
especial   Miguel Rodríguez Martín, el Picaillo.  Éste—según me informa un sobrino suyo— rara vez  perdía  la partida. 
  
     Y de mención aparte  se hace acreedor   Domingo Moreno Ruiz,
 Domingo Candelas, residente en la Barriada La Negra, también de 
Periana. Era tratante, y como todos los tratantes y feriantes, fue una 
persona festiva, alegre, dotado de una singular simpatía   y  don de 
gentes.  Destacó  también sobremanera en el dominio del juego. Dicen de 
él que, cuando  se sentaba  a la mesa frente a los contrincantes, casi 
nunca se levantaba de vacío, pues siempre se llevaba algo en la cartera…
Domingo Moreno Ruiz (Domingo Candelas) 
    
          
     Como
 dato elocuente que pone de manifiesto el montante de las  cantidades 
que se ganaban y, paralelamente,  se perdían en  las mesas de juego, 
diré que en este pueblo un jugador perdió   una  rica y conocida finca 
de “cinco fanegas de  tierra de regadío, plantada de melocotones, naranjos y perales“,
 muy cercana al pueblo, en unas     noches de suerte adversa  para él. 
Este, como otros muchos casos  que se podrían citar, nos da una idea del
  montante de las cantidades que se ponían sobre la mesa…De este modo, 
unos se arruinaban mientras otros se enriquecían. Las dos caras de la 
moneda: el inseparable binomio “ganador- perdedor”, que se daba en el juego como en otras muchas esferas de la vida.
     En   la  barriada de Guaro, existía también un conocido bar—Bar de Juanñoña—donde
 se reunían los adinerados de la comarca para probar suerte. Era 
habitual en este lugar sacrificar previamente un cabrito, y tras la 
comilona, jugar a placer hasta que la aurora les anunciaba la llegada 
del nuevo día…
     Es posible que alguna persona se pregunte: ¿Se pagaba siempre el dinero perdido?
   
 Así sucedía en la inmensa mayoría de los casos, aunque entiendo que 
legalmente no podía exigirse por tratarse de una actividad ilícita, pero
 existía un cierto “pacto entre caballeros“, que rara vez se incumplía. Y
  esto teniendo  en cuenta que cuando la cartera se quedaba exhausta por
 la adversidad de la fortuna, se  ponían en juego las cosas más 
inverosímiles, algunas de las cuáles, solamente pensarlas, producen 
repugnancia y  rubor. Varias personas conocedoras de los entresijos del 
juego me  cuentan que  alguien llegó a jugarse incluso  a su  “propia 
mujer”…, y que ésta,  despechada y herida en su dignidad, como no podía 
ser menos, accedió a  subir con el ganador  al lecho conyugal,  
concediéndole “sus  máximos favores”… A tal grado de ofuscación y 
degradación  moral se podía  llegar  cuando  el juego dominaba a la 
persona.  Este caso tal vez tenga más de novelesco que de real, al 
menos, así lo  creo. Pero aberraciones mayores se han cometido en la 
historia cuando   se  obnubila la razón del hombre por el motivo que 
fuere.
    
¿Qué
 ganancia obtenía el tabernero o dueño del local de juego?  No solamente
  basaba sus ingresos en la venta de bebidas a los jugadores. Estos, con
 ser sustanciosos en ocasiones,  no eran los más importantes. La cuantía
 mayor procedía del llamado entre ellos “el platillo”… Este 
consistía, como su nombre indica, en un plato pequeño que se pasaba por 
las mesas donde se jugaba, y en él los jugadores depositaban una 
cantidad previamente estipulada como ganancia del tabernero. Se solía 
pasar a intervalos de media hora—a veces de un cuarto--, y así resultaba
 que el tabernero era quien casi siempre ganaba…En esto  consistía, a 
grandes rasgos, su negocio, negocio que a muchos les permitió amasar  
cuantiosas fortunas, que  afloraban sin  que la gente supiera, aunque sí
 sospechara, su procedencia. También se  adivinaba la causa de muchas 
ruinas paralelas, que eran la otra cara de la moneda.
       
                                                                IV
    
      En Mondrón existieron también  verdaderos  “ases”,
  valga la expresión, del juego. Casi  todos los mayores sabían jugar. 
El problema era la precariedad económica, propia de los tiempos que 
corrían, en que se encontraban  muchos de ellos. Para sentarse a jugar, 
se decía, “hay que tener la cartera bien forrada”.
    
        Puedo citar varios, pero hubo uno, José Alba García,
  más conocido como Pepe el Cojo (tenía una pierna amputada desde la 
juventud), que era un verdadero crack, como se dice  ahora de ciertos 
deportistas de élite.  Los banqueros solían contratarlo   para que 
jugase a su favor, y la verdad que  casi nunca defraudaba. Era cauto, 
sereno, reflexivo, servicial y cortés. Prestó muy  útiles servicios a la
 comunidad vecinal como practicante o sanitario: ponía inyecciones, 
tomaba la tensión, realizaba curas, etc. Una gran persona, muy recordada
 en  este vecindario. Un caballero en grado superlativo.
  
José Alba García (Pepe el Cojo) 
      
  Hubo más  jugadores muy  habilidosos y expertos en este juego. La 
nómina sería interminable. No obstante,  se  recuerda que  uno de ellos,
 —valga como anécdota--Manuel Zorrilla Alba, Manolillo de la 
Viuda,  cuando  le preguntaban cómo había adquirido tanto arte y 
clarividencia en  el manejo de las cartas, solía pronunciar el conocido 
dicho popular: “Para eso  hay que  pasar  por Salamanca…”.  Y la 
respuesta no era muy descabellada: este  juego fue una mezcla de 
perspicacia, arte, clarividencia y  arrojo.  Al menos esto proclamaban 
los expertos.
 
Manuel Zorrilla Alba (Manuelillo de Las Monjas) 
        Finalmente,
 su vida tuvo un triste y lamentable final: murió en Vélez-Málaga, donde
 pasó  los últimos años de su  existencia viviendo en la más absoluta 
soledad y olvido.. Su madre—mujer de recio carácter y  rica 
labradora—hizo lo indecible para apartarlo de ese camino, pero no tuvo 
éxito… No obstante,  hay  que decir  en su favor  que el patrimonio 
heredado de sus padres lo mantuvo casi incólume hasta el final de sus 
días. No lo dilapidó, como  fue el caso de otros jugadores.
 
          Por  último,  no puedo dejar de citar a mi buen amigo Salvador Torrubia López,
 Salvador de Haro, de Mondrón también. Conocí como pocos sus 
interioridades. Se manifestaba—siempre verbalmente-- como una persona  
revolucionaria y extremista de izquierdas, pero  inconformista tanto con
 la izquierda de entonces como con  el centro y la derecha: a todos los 
anatematizaba.  Fue  hombre  muy  servicial y dadivoso. Soltero, 
convivía solamente con sus numerosos perros,  y alternaba con las 
personas, algunas  de alto  relieve social y académico, que con 
frecuencia lo visitaban para conversar con él.
     
Salvador Torrubia López (Salvador de Haro) y su vivienda
 
         Tenía
 un sexto sentido para el juego, pero su talón de Aquiles o debilidad 
estaba en la bebida. Como los contrincantes o adversarios conocían su 
adicción al alcohol, la solían explotar en provecho propio. El mismo me 
contó en más de una ocasión—al calor de la chimenea de su casa, muy 
visitada por mí-- su propia peripecia humana, tanto en las mesas de 
juego como en los avatares de su vida como activista político. 
        En
 ocasiones, cuando la vigilancia de la guardia civil arreciaba, jugaban 
en el cuarto trasero de su casa, situada  en el antiguo Callejón del 
Duende, del que haré mención  un poco más  adelante. 
    
   
 La ingesta excesiva de alcohol era un  hándicap  para  el éxito en el 
juego. Esta era la razón por la que los más avispados jugadores 
simulaban que bebían con el vaso lleno de agua: también en el juego 
existía la picaresca… Cuando se podía, las trampas o marrullerías más 
diversas y sofisticadas se ponían en práctica: marcar las cartas, 
colocar a un  confabulado detrás para ver las del contrario, fingir  
dolor de cabeza  para retirarse a dormir  y  volver después con la mente
 más fresca, colocar dos botellas  sobre la mesa: una llena agua y otra 
de aguardiente  para engañar y  embriagar al contrario… Por este motivo,
 existió más de una reyerta o altercado entre jugadores. No obstante, 
siempre se procuraba aparentar que el dicho popular “en la mesa y en el juego se conoce al caballero” era un código de conducta observado por todos los  participantes en la partida, y debían tenerlo como su  lema principal…
Antiguo callejón del Duende 
    
     Más antiguamente, en los albores del siglo pasado, se  jugaba en  Mondrón en una taberna o tasca situada en el  llamado  Callejón del  Duende
 (en lo que hoy es tramo final de calle San Fernando). Un padre, Manuel 
Madrid, el Viejo, solía seguir  con interés el juego de su hijo, también
 llamado Manuel Madrid, Madrilillo.  El padre presenciaba con interés la
 evolución de la suerte del hijo, y cuando éste tenía éxito en la 
jugaba, exclamaba emocionado: “¡Mi Manolillo es un fenómeno!”.Y cuando la suerte le era adversa, decía: ”¡Mi Manolillo es un tonto!”. Por ello, la comparsa de turno compuso esta copla:
  
           “En
 el callejón del Duende—sitio muy conocido --adonde iba la gente para 
jugar un partido—se presenta Manuel  Madrid preguntando por el hijo—y  
Perico que estaba allí, con la mano en la bragueta, le dice: -- Tú  hijo
 no ha “perdío”—pues yo lo sé porque he  llevado la cuenta”. 
Manuel Madrid Pascual (Madrilillo) 
    
      Este  Manolillo
  fue un empedernido jugador durante toda su vida. Ya en la vejez, las 
dos pensiones que cobraba (la de su jubilación  y la de un hijo que 
murió en accidente  durante el servicio militar),  las jugaba y perdía 
en los primeros días del mes…Los  más avispados jugadores locales 
esperaban  el cobro de las mismas, se decía, para  dar buena cuenta de 
ellas… El proceder de estas personas era muy censurado por el resto del 
vecindario.
       
                                                          V
              Como
 contrapunto  o antítesis  de cuanto expongo anteriormente, me permito 
la licencia de  expresar, como mera anécdota,  la actitud, casi 
beligerante, contraria al juego de las cartas de mi  abuelo paterno: Antonio Pascual Ferrer,
  que  nació en los años finales de  la  primera mitad del siglo XIX y  
vivió  hasta bien  entrado el primer tercio del pasado  (murió en 1935).
 Sirvió como sargento en la llamada  tercera guerra carlista 
(1872-1876), con principal escenario en  Vascongadas y Navarra, en la 
llamada “campaña del norte”. 
   
 Era hombre de ideología liberal. Relataba cómo el capitán de su 
compañía  formó a los soldados una mañana en el patio del cuartel, y los
 arengó largamente lanzando  duras diatribas contra el   “juego de las 
cartas”. Les  confesó que la noche anterior se había jugado y perdido  
todo el dinero que  custodiaba para  la  “paga”  de los soldados 
de su compañía. Y  acto seguido, sacó  su pistola y se suicidó 
disparándose un tiro en la sien en presencia de todos  sus subordinados…
 Esta  trágica escena le produjo tal impresión, que  se horrorizaba  
cuando le hablaban del  juego de  los  naipes…. 
    
 Me cuenta el más longevo y clarividente de sus nietos—Emilio Pascual  
Campos-  cómo   nuestro abuelo recorría todas las noches los lugares de 
juego de Mondrón, para vigilar e impedir, en su caso, que ninguno de sus
   hijos varones  o nietos  jugaran a las cartas. En los tres hijos 
varones que tuvo  consiguió su objetivo de apartarlos  de esta práctica 
tan extendida por aquellas fechas. También en la mayoría de los nietos, 
aunque en el caso de éstos  hubo  más de una  significativa excepción. 
Yo, confieso,  no me incluyo en estas excepciones, más que por virtud, 
por falta de  vocación,  tiempo y oportunidades… Por  ello no me 
extrañaría que  hubiese incurrido en algún lapsus a  lo largo de esta 
extensa exposición, pues confieso que soy lego en la materia, aunque 
siempre procuro documentarme lo más posible antes de difundir el 
resultado de mis investigaciones—más bien  diría reflexiones-- 
personales, casi siempre  exhaustivas y contrastadas.
         
Antonio Pascual Ferrer (Sargento guerra Carlista) 
      
           El
 11 de abril de 1969 publiqué en el diario “Sol de España“--hoy 
desaparecido—un artículo titulado  VISITA DE ALFONSO XII A PERIANA. Ésta
 la  realizó, como muchos conocen, para visitar y socorrer a los 
damnificados por el devastador terremoto de diciembre de 1884 producido 
 aquí como en otras localidades  limítrofes a  la nuestra la noche del 
día de Navidad del mencionado año. Cuando el joven monarca—contaba sólo 
27 años de edad—entró en  Periana acompañado de la comitiva regia, los  
numerosos perianenses que lo esperaban no aplaudieron, como era 
pertinente, porque nadie podía imaginar que  aquel joven con traje de 
pana y sombrero de  fieltro—lívido su rostro por la tuberculosis que 
meses después lo llevaría a  su marmórea  tumba de El Escorial-- fuese 
el rey de España. Entonces, el diputado acompañante, don Félix García  
Lomas, hizo un gesto con el dedo señalando  la persona del monarca, y  
al momento el pueblo prorrumpió en aplausos. Y dijo al rey en tono 
humorístico: “Majestad, esta buena gente no conoce más reyes que  los de la baraja…”.
        
     Termino
 estas reflexiones sobre el auge del juego de los naipes  en la Axarquía
  hasta  bien entrada la  primera mitad del siglo pasado. He procurado 
escribir, como lo intento hacer siempre, con objetividad y sin emitir 
juicios de valor. Me permito sugerir a las personas interesadas en 
profundizar en el estudio sociológico de  esta práctica en nuestra 
comarca, que es éste  un tema interesante  que ofrece sobrada materia 
para un buen libro o una  original “tesis  doctoral”… Para mí, es una 
manifestación  cultural  más de nuestra peculiar idiosincrasia, aunque, 
obviamente, existiera en otros lugares con similares características.  
Es  necesario evitar que desaparezca la memoria de  nuestras 
tradiciones, positivas o negativas, según la  óptica actual, pero 
vividas  intensamente por nuestros antepasados. Y para que no 
desaparezcan hay que  imprimirlas en papel o  grabarlas por algún otro 
medio moderno. Es lo que hago cuando puedo: indagar e intentar recuperar
  personajes y  vivencias del  pasado para que su recuerdo no se  
extinga  o  borre de  nuestra memoria  cubiertos por la pátina del 
tiempo. El presente, querámoslo o no, se sustenta siempre en el pasado. 
No hay presente  sin pretérito, aunque éste  sea  “imperfecto”… ¡Cuántas
  historias populares son ya irrecuperables porque nadie se ocupó de 
escribirlas !. ¡Y cuántas personas de nuestro  mismo pueblo—tal vez 
insignificantes para  algunos coetáneos—no merecerían  ahora que una 
calle    llevara su nombre !.  Muchas veces los más pequeños  fueron los
 más grandes… Todo se  observaba con una  óptica distinta a la actual, 
que deformaba la realidad. Por ello es un deber moral reivindicar, como 
mínimo, su memoria.
        
            Hoy,
 evidentemente,  no se juega a las cartas como se hacía antaño. Sólo se 
practica como diversión, pasatiempo o por motivos puramente lúdicos 
entre las personas mayores. Los juegos de envite en la Axarquía 
languidecieron con la emigración, como reflejo en otro lugar de este 
trabajo. La juventud de ahora tiene otras inquietudes, otros ideales y  
formas de  entretenimiento y  evasión. Muchos no conocen ni la baraja… 
No obstante, en los lugares autorizados para ello, sí  suelen jugar al 
póquer, que es también un juego de  los llamados de envite.  Según la 
información que poseo, de fuente solvente, la práctica del póquer se da 
más actualmente en la  costa, sobre todo la occidental,  que en el 
interior.  En   nuestra  comarca   ignoro si  existe algún salón de 
juego. Pero éste no  es mi tema de hoy. Probablemente,  en otra ocasión 
me ocupe de ello.
         También
 el cambio de mentalidad en los más adultos  se mueve en otras  
direcciones, aunque esto no sea óbice para que pueda subsistir algún  
reducto del pasado  donde la proclividad  o inclinación al juego, en  su
  versión  tradicional,  no  desparezca del todo. Si existe, su práctica
 es casi  irrelevante en comparación al auge y pujanza  de los primeros 
años del siglo pasado. En aquellas fechas jugaban, con mayor o menor 
asiduidad, pericia y fortuna, un porcentaje muy elevado de los varones 
adultos. No  recuerdo que alguna mujer lo hiciera: ellas, casi siempre, 
fueron las víctimas… Hoy, en cambio, es diferente su actitud ante los 
modernos  juegos legales, como el bingo, etc. En éstos, las mujeres se 
muestran tanto  o más participativas y avezadas  que  muchos hombres. 
        Como
  mera información ilustrativa,  quiero decir que estos juegos fueron 
legalizados  en España por el  Real Decreto-Ley 16/1977, de 25 de 
febrero, actualizado y perfeccionado posteriormente por Ley 13/2011, de 
27 de mayo, de regulación del juego.
    
    
 La afición y  práctica del  juego—quiero matizar que no todo el que 
juega es  patológicamente un ludópata-- se da  en la actualidad más bien
  en otros ámbitos y  ambientes  socioeconómicos,  y  de distintas 
formas y maneras, en los establecimientos de juego (casinos de juego, 
salas de bingo  y salones de juego, etc.) legalizados, donde la 
posibilidad de ganar o perder depende más del azar  que de la sagacidad y
 habilidad de jugador, aunque éstas no deban excluirse nunca para 
alcanzar el éxito.
                                                                                         Segundo  PASCUAL TOLEDO
                                                                                         30 de  mayo de 2012